Laura Rojas: Una jueza enamorada del boxeo

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Por Roberto PELÁEZ

Quién le iba a decir a Laura, allá en su natal Aguascalientes, México, que un día iba a contraer matrimonio con un cubano enamorado del boxeo, y que su hijo mayor regresaría a casa, en Las Vegas, con una medalla de bronce en su primera incursión en un Campeonato del Mundo. Cosas que tiene la vida, dice sonriente.

Suena la campana y Laura Rojas no se pierde un detalle del combate, a ratos hace apuntes sin dejar de observar qué sucede encima del ring. A una pregunta de El Mundo subraya: el trabajo de jueza en el boxeo, como en muchas otras cosas, exige estar atenta hasta lo más insignificante, una fracción de segundos puede dejar decidido un pleito, argumenta.

Desde hace más de 20 años reside en la llamada ‘Capital mundial del entretenimiento’, me gusta Las Vegas, subraya la hija de Néstor, quien ha visto crecer a sus “pequeños” Freudys, Enmanuel, Stefani y Carina, todos ellos, de una forma u otra ligados al boxeo... es la fuerza de los genes, no sé a quien le gusta más este deporte, a mi esposo o a mi, y vuelve a sonreír para luego responder: estoy segura que a él.

Sabe, resalta, al principio las peleas de boxeo me ponen nerviosa, bueno, agrega, es que no me gusta la violencia, sin embargo cuando mis hijos comienzan a boxear, decido adentrarme en esto de ser jueza, estudiar, obtener mi licencia... más que todo para estar cerca de ellos. ¡Y me gusta!

Sí, destaca, hace como siete años, voy a cursos, a la escuela, recibo muchas instrucciones, paso un examen y obtengo la licencia que me autoriza, de manera legal, a trabajar en calidad de jueza en combates de boxeo, ya tengo más de 100 peleas, externa.

La entrevistada indica que ha aprendido mucho, sobre todo de reglas, sostiene, veo los combates desde una óptima diferente, conozco de técnica, sé  cuando un boxeador necesita protección.

El juez, o en mi caso la jueza, el árbitro deben estar muy pendientes, atentos a lo que sucede sobre el ring, a veces hay que adoptar una decisión, por ejemplo detener un combate  y eso no le gusta a uno de los contendientes e incluso al público, pero ese segundo puede preservar la carrera del boxeador, o salvarlo de una lesión considerable... aunque el boxeo tiene mucho de rudo no se puede perder la objetividad, expresa, y lo primero es cuidar al hombre, al atleta.

Sobre el desempeño de los jueces, apunta: situados en diferentes partes al lado del cuadrilátero, vemos el combate desde disímiles ángulos, cada uno tiene su ‘visión’ y la plasma a la hora de emitir un veredicto, valoramos aparte de lo sucedido, la técnica, la ofensiva, la defensa, quién busca el combate.

A una pregunta relacionada con el trabajo de los jueces, la puntuación, subraya: contrario a lo que sucede en el boxeo amateur, en el profesionalismo un juez puede decidir, ha ocurrido muchas veces, es un poco complejo, reitero, la puntuación de uno a veces pesa más... 

La plática gira en torno a la disciplina que el entrenador debe enseñar, inculcar, exigir a sus peleadores, sin embargo cuando le quitan puntos de manera injusta, o le quitan la pelea, es muy difícil decirle “perdiste” y mantén la disciplina.

Bueno, dice con seriedad, comprendo que es una situación compleja, yo cuando mis hijos tienen peleas les digo que den el máximo sobre el ring, y que no dejen que los jueces decidan sus combates, ellos, y muchos otros boxeadores se preparan para ganar, saben a conciencia que su obstáculo es el oponente y ese obstáculo deben salvarlo, sin que nadie le ‘quite’ ni le ‘regale’ nada. La medalla de bronce de mi hijo mayor para mi es como si fuera de oro.

¿Cómo puede una mujer trabajadora, atender a su esposo, cuatro hijos, las labores del hogar, además de la preparación para tomar parte en diferentes carteleras?

Es muy difícil, responde, hay que reorganizar el tiempo, pero soy una esposa y una madre a la que consideran en casa, ellos son bastante organizados, y eso ayuda mucho. Mi esposo es cubano, usted sabe, le gusta la música, y mis cuatro hijos son bilingües, eso lo decidimos hace mucho tiempo, no podemos perder el idioma español, sostiene.

 

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