“Una de las condiciones que les pusieron a las empresas que concursaban era que el muro midiera por lo menos 18 pies de altura. Otra, que se viera bonito. Pero no hay manera que el odio se vea bonito”.
Los ingenieros y contratistas más brillantes y ambiciosos de Estados Unidos se han pasado los últimos meses buscando la mejor manera de separarnos. Y encontraron, al menos, 450 formas de hacerlo. Ese es el número de diseños presentados para construir el nuevo muro de Donald Trump en la frontera entre México y Estados Unidos.
Hay propuestas de muros con paneles solares y torres de observación, con inclinaciones imposibles de escalar y todo tipo de materiales para resbalarse. También existen proyectos con cercas infranqueables que permiten observar el lado estadounidense. O sea, se vale ver pero no cruzar.
Una de las condiciones que les pusieron a las empresas que concursaban era que el muro midiera por lo menos 18 pies de altura. Otra, que se viera bonito. Pero no hay manera que el odio se vea bonito.
El muro que Trump quiere construir estará hecho de odio y racismo. Trump cree, equivocadamente, que los inmigrantes mexicanos son criminales, narcotraficantes y violadores (tal y como lo dijo al lanzar su candidatura presidencial en el 2015). Y por lo tanto quiere una pared que separe a Estados Unidos del potencial peligro que, según él, representan.
Pero Trump se equivoca. Déjenme repetirlo una vez más: los inmigrantes indocumentados cometen menos crímenes que los estadounidenses y contribuyen con billones de dólares a la economía de Estados Unidos. Es decir, Trump quiere construir un muro para alejarse de un peligro que está solo en su cabeza.
Además, no hay ninguna invasión a Estados Unidos. La población indocumentada se ha mantenido en 11 millones de personas en la última década y todo parece indicar que seguirá así. Estados Unidos está dejando de ser un país atractivo para los extranjeros. No quieren llegar y ser humillados, detenidos y deportados. Por eso hay cada vez hay menos que lo intentan.
En diciembre del 2016, todavía con Barack Obama como presidente, arrestaron a unos 58,000 inmigrantes tratando de entrar ilegalmente a Estados Unidos. En enero ese número bajó a 43,000. Ya en febrero, el primer mes completo de Trump en la presidencia, los arrestos cayeron a 24,000 y el pasado marzo bajó más aún hasta menos de 17,000.
“Esto no es un accidente”, aseguró el Secretario de Seguridad Interna, el general John Kelly, ante una audiencia del senado. Lo que esto significa es que las tácticas de odio y miedo de Trump están funcionando.
Veremos en unos meses si Trump está deportando a más o menos indocumentados que Obama. Pero lo que sí ha cambiado es que el nuevo presidente le ha dado la autoridad a los agentes migratorios para que detengan, revisen, arresten y deporten a personas que no tienen ningún record criminal. Eso es lo distinto.
Todos los días, en el noticiero en el que trabajo, reportamos de padres y madres detenidos en sus casas, en taxis, en la corte y a la salida del colegio de sus hijos. Sus hijos, que en muchos casos son ciudadanos estadounidenses, se convierten en los traumados testigos de abusivas operaciones que separan familias.
Terror hacia dentro y una pared que los proteja de los de fuera. Esa es la filosofía Trump. Lo irónico es que los estadounidenses que lo eligieron para que construyera un muro en la frontera con México ahora no lo quieren pagar. El 58% de los estadounidenses están en contra de gastar miles de millones de dólares para construir el muro de Trump, según la última encuesta de AP.
Los muros no sirven. Se los saltan y los burlan con túneles. Sí, todo país tiene el derecho a fronteras seguras. Pero un sistema migratorio eficiente –que considere las necesidades económicas de Estados Unidos y las compagine con los trabajadores que quieren venir– es una mejor opción que un muro.
Los países son como las cosas que inventan. Estados Unidos es el país que nos puso a volar, que llevó a un hombre a la luna, y que creó las computadoras y los celulares que nos tienen adictos a sus pantallas. Ahora, en la época de Trump, algunos de sus constructores más creativos están haciendo planes para levantar un muro inútil.
Me los imagino pensando y proponiendo todas las maneras posibles de separarnos. Algo está muy mal cuando el talento y el dinero se usan para dividir.
Hay personas que sacan lo peor de un país.