Valeria Gurr: “He crecido ante los golpes”

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Por Roberto PELÁEZ

Cuando pregunto a algunos amigos por alguien enamorado de la educación, el nombre de esta mujer siempre sale a colación, y que conste, ella es de las que considera que hacer es la mejor manera de decir.

Llego por primera vez a los Estados Unidos a los 20 años, formaba parte de un grupo de un intercambio cultural, en esa oportunidad viajo por curiosidad y mi deseo enorme de aprender inglés; después regreso en otras tres ocasiones, cada una de ellas por cuatro meses, precisa Valeria Gurr, chilena de nacimiento, quien reside en Las Vegas desde hace poco más de 10 años.

Desde la primera vez, recuerda, encuentro que la vida acá es más fácil, hay muchas oportunidades y me llama la atención la cultura, en mi criterio mucho más libre y abierta que la de Chile.  Entonces, agrega, vengo durante el verano a trabajar, trabajo horario doble... mi mamá en Chile es madre soltera, de raíces humildes, se me hace muy difícil costearme la carrera universitaria en mi país. 

Sabe, apunta, varias veces duermo la siesta en el carro, entre turnos, sin embargo estaba convencida de que era algo temporal, afirma categórica. Soy de esas mujeres que no se da por vencida, que enfrenta los retos con optimismo.

Me quedo a vivir en este país a los 25 años; debo reconocer que cuando decido quedarme tengo mucha suerte, recibo ayuda de varias personas, incluso antes, cuando vengo en el intercambio mi jefa me abre las puertas de su casa, me ayuda a reunir dinero para pagar mis estudios en Chile, por eso, dice sonriente, la llamo “mi mamá americana”.

Recuerdo, agrega Gurr, que una familia de procedencia mexicana casi me adopta, me invitan a sus eventos familiares, porque el choque cultural es muy grande y yo extraño a los míos, me dio mucho cariño... 

Al principio, recuerda la entrevistada, trabajo en una panadería en el casino ‘Tropicana’, y en cualquier otra posición en la que me den horas extras, siempre atenta, miro, busco qué más puedo hacer, ése es el reto de los emigrantes.

Recuerdo que sueño con ser mesera y ganar propinas, dice, en la medida que alcanzo un sueño el anterior me resulta pequeño y es cuando decido atreverme a estudiar.

Me quedo indocumentada por dos años, señala, antes de poder conseguir mi ciudadanía, cuando pienso que es hora de regresar a Chile conozco al que es hoy mi marido, él con los ojos cerrados se casa conmigo y me ayuda para que yo pueda estudiar.

Luego de casarme estudio periodismo y medios en la Universidad de Nevada Las Vegas (UNLV), claro, no me resulta fácil, se trata de una carrera de comunicaciones para alguien que tiene el inglés como segunda lengua, por eso muchas veces lloro de impotencia.

Aprendo la lección de que lo más importante en la vida es atreverse y si se fracasa se fracasa, sostiene. 

Una vez graduada, prosigue, me dedico a trabajar en comunicaciones, en las redes sociales del sindicato de profesores, ahí aprendo a trabajar en política, voy a entrenamientos y conferencias para perfeccionar, eso me abre puertas.

Más que todo por mi propia niñez, dice, y su rostro se torna serio, creo que es importante apoyar a la comunidad en algo tan sensible como la educación... le aseguro que mi trabajo llena de amor mi corazón, quisiera que los niños, los adolescentes, los jóvenes, aprovecharan las oportunidades

 

 Sin dolor no hay crecimiento, yo agradezco mis raíces y todo lo que no tuve en mi niñez porque eso me ha hecho fuerte, subraya, creo estoy apta para emprender una nueva aventura; considero que un doctorado en pólizas, por ejemplo, sería fantástico. Hay que soñar en llegar lejos, afirma.

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