La literatura de la escritora estadounidense Toni Morrison, fallecida apenas el lunes 5 de agosto en Nueva York, es una literatura ambiciosa, más que la de otros autores afroamericanos que le precedieron o fueron sus contemporáneos. Es ambiciosa en el plano escrito, pero también por la estructura temporal que maneja, que llevan al lector del pasado al presente y de regreso en un vaivén sin fin, y eso fue uno de los elementos de peso para que en 1993 la Academia Sueca le concediera el Premio Nobel de Literatura.
Se trata de un acto de justicia que reconoce a una mujer escritora procedente de ese grupo social, en el que antes se habían distinguido autores como Ralph Ellison y James Baldwin, lista a la que se pueden sumar Booker T. Washington, Langston Hughes, Richard Wright, Alex Haley y Elvridge Cleaver. Por el lado femenino, le antecedieron o pertenecieron a la misma generación Nella Larson, Maya Angelou y Alice Walker, pero sin duda Morrison es superior por haber logrado sus ambiciones literarias, señala el narrador, ensayista y editor Hernán Lara Zavala.
La literatura de Chloe Ardelia Wofford, nombre real de quien nace el 18 de febrero de 1931 en Lorain, Ohio, sobresale por su ritmo, que seguro viene de las historias que le contaban sus abuelos y que estaban permeadas de las canciones que cantaban los trabajadores negros de las minas y de los campos agrícolas. También destaca su ambición por la estructura temporal, en la que la narración viaja del pasado al presente sin parar.
Al mismo tiempo es una autora cuya obra impulsa a la reflexión de su gente respecto a que el pasado esclavista es algo que les ha dejado marca para siempre, pero también que viven un presente que en lo social les perjudica y en el interior de su comunidad los afroamericanos no hacen mucho para que sea menos lastimosa.
Refiere que uno de los primeros en tocar el tema de los esclavos es Mark Twain, en Hucleberry Finn, novela en la que los personajes, Huck, de 13 años, y el negro Jim toman una balsa y huyen en busca de la libertad a lo largo del río Misisipi, que es el afluente emblemático de los Estados Unidos. El primero no la podrá alcanzar porque es un niño y el segundo tampoco porque es un esclavo, pero muestra que salir de los estados esclavistas de la Confederación era una ambición común.
Directamente, a Morrison le antecedieron o fueron sus contemporáneos en tocar el tema de los afroamericanos, su pasado esclavista y su situación de marginación y miseria, autores como James Baldwin y Ralph Ellison, quien en los años 50 del siglo XX escribió la novela titulada Invisible Man o El hombre invisible, que es una denuncia más o menos formal de los abusos cometidos contra la gente de ese grupo social. Pero en conjunto, se trata de escritores que enarbolan una nueva actitud con la que tratan de reivindicar sus orígenes y luchas.
Hace notar que todas las novelas de Toni Morrison tienen como protagonistas a mujeres y son cruentas, porque hablan de incesto, de crímenes, de asesinato dentro de la familia, de madres que matan a las hijas porque no quieren que sigan sus pasos, que sufran lo que ellas vivieron y es lo que les espera. Esas novelas dramáticas poco a poco le dieron su lugar en la literatura estadounidense y mundial, como una gran novelista negra estadounidense, descendiente de familias que habían padecido el esclavismo. Sobresale Beloved, la mejor a su juicio, aunque no es la primera que escribe, The Bluest Eyes, y el mérito de la autora va más allá de contar esas tragedias familiares, en las que hay abusos y asesinatos a su interior, además de abusos por parte de los blancos.
Así, insiste, el Premio Nobel a Toni Morrison, quien antes ya había recibido el Pulitzer, es un reconocimiento a la integración de la intelectualidad, a los artistas, a los escritores afroamericanos a la sociedad estadounidense, que ya se había logrado por otros medios, como son la música, con el jazz y el blues, y los deportes. México (NOTIMEX)