Tan Íñigo como una Rosa, de poco valen los conocimientos

Por Roberto PELÁEZ

Menuda, de baja estatura, oriunda de Huancayo, Perú, con la mayor humildad del mundo la poetisa Rosa Íñigo reconoce que de nada valen los conocimientos si éstos no se transmiten. De ahí la importancia capital que concede al magisterio y al ejercicio mismo de la enseñanza.

Avanza con una sonrisa tímida, se acerca y me extiende su libro más reciente de poesías. Entonces afloran los recuerdos: “Aunque escribo desde niña, cautivada por la lectura, mi primer libro ‘Tiempo de partida’ sale publicado cuando cumplo 22 años, lo financié con mis ahorros”, resalta, y sus ojos adquieren un brillo especial.

Dispuesta siempre, no sorprende que uno de sus primeros consejos a quienes se inician en el difícil arte de escribir poemas sea que lean, “es relevante leer, nutrirse, hacerse de las herramientas precisas, y claro, hay que poner en función esos sentimientos que viven dentro del poeta”.

También lo dice de otra manera cuando señala: “la poesía española, la inglesa, la estadounidense, la poesía universal son una fuente de la que urge beber, resultan indispensables para el quehacer poético”. Es un tema excelente sobre el que se vale incursionar en el Primer Encuentro de Escritores Hispanos previsto para el 10 de diciembre en North Las Vegas.

Platica con cariño de cada uno de sus libros, escribe una frase amable y luego estampa su firma, me obsequia ‘Poesía de los tiempos’, y de un tirón recita: “No sabrá nadie si partiré si partiré en esa hora de fuego/nadie sabrá y no me apeno, sonrío, extiendo mis manos al mundo y abrazo la alegría común de los hombres”.

Insiste en la necesidad de transmitir los conocimientos, todo lo que uno sabe “no hacemos nada con guardar lo que hemos aprendido, alguien nos enseñó, escuchamos a tantos maestros, leímos, no tiene sentido preservarlos sólo para nuestro uso, es egoísta y mezquino, no podemos ir así por la vida... el propio Ernesto Sábato dijo ‘para ser humilde se necesita grandeza’, y eso hago, estudio a muchos poetas, me encantan César Vallejo y a José Martí, siempre hay que volver a ellos, innovadores, escribieron mucho sobre la vida, y esa es también una manera de hacer magisterio.

“Vallejo es un referente, escribió de todo (poesía, narrativa, teatro, ensayos), y Martí hizo también tanto aunque sólo vivió 42 años, nos dejaron un mundo de conocimientos, hay que aprender de ellos y platicar, enseñar, brindar a otros las herramientas, cuando se materializa el noble gesto de enseñar, se siente dentro una satisfacción enorme, tan grande que no nos cabe en el pecho, más si se hace desde la humildad”, expresa.

Con una veintena de años en EEUU, esta pequeña-gigante tiene varios libros publicados, pero el mejor ejemplar que ha escrito es su vida misma, sus ansias de escribir y enseñar, por eso valora las invitaciones a los eventos... en cada uno de ellos escucho, aprendo de todos y claro, también aprovecho para enseñar, compartir; el del 10 de diciembre aquí será un éxito”. 

La abrazo. Y asegura firmemente: “Bienaventurados los poetas porque de ellos será el reino de este mundo”.

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