Silvia Scrigna... Una argentina que multiplica su fe

Por Roberto PELÁEZ

La mujer mira hacia atrás y le parece mentira que hayan transcurrido ocho años, “esos últimos meses del 2012 me ponen a prueba, comenta, no tengo dudas de que es difícil, sin embargo quiero ver el lado positivo, saber que aquella amiga se convierte en una hermana, en lo fuerte de mi fe que se multiplica gracias a Dios, en los médicos que me operan, en los años que disfruto a mi madre... si valoro todo eso estoy segura que son cosas que no tienen precio, no tengo más que dar gracias”.

En la esquina azul: de agosto a diciembre del 2012; en la esquina roja esta argentina de baja estatura, con más de medio siglo en los Estados Unidos, enamorada de la vida, una mujer de hablar pausado que se resiste a ceder ante la enfermedad que la aqueja: cáncer de útero.

“En mi caso no es sólo el cáncer, destaca, se juntan varias cosas, por ejemplo, cuando me detectan el tumor maligno vivo con mi madre, una anciana de 95 años, privada de la vista... contemplar los resultados de mis análisis, estremecerme, hacer mil preguntas, sentir que el mundo me caía encima, fueron la misma cosa”, recuerda 

“Pero Dios no me deja de su mano, enfatiza Silvia Scrigna, en el momento de más tensión, cuando no veo salida a mi problema me envía un ángel, una amiga a la que sólo tengo que decirle algo y de inmediato responde: ‘ven a operarte aquí’.

“Viajo a Argentina y es el momento en que aquella amiga se convierte en hermana, en que Dios guía las manos de los médicos, todas las preguntas que me hago encuentran respuesta... si Dios está conmigo qué me voy ocupar de seguro médico, Él allana todos los caminos, resuelve lo que consideramos imposible, me sujeto a sus manos con todas mis fuerzas y lo dejo hacer, mire el resultado, aquí estoy”.

En la plática sale a relucir que cuando la entrevistada llega a Estados Unidos a finales de la década de los ‘60 “apenas hay hispanos en Las Vegas, después las cosas han cambiado mucho, y yo qué le voy a decir, amo a mi comunidad, veo a tantas personas dedicadas a su trabajo, con deseos de superarse, de salir adelante, ayudar a sus familias... me llena de sano orgullo ver a centenares de jóvenes en la universidad”, resalta.

“Desde niña me encanta leer, descubrir otro mundo, a través de la lectura, y sé que muchos de esos jóvenes estudiantes quieren una vida mejor, tienen ‘un techo’ más alto que sus padres, lo que para éstos era un sueño, sus hijos lo hacen realidad”, advierte.

Platica de sus hijos, de la manera de transmirle a éstos herramientas, valores, para que ‘puedan volar’, buscar otros horizontes, hacer sus vidas.

“De todo hay que sacar provecho, apunta, aprender la lección por difícil que sea, de lo que vivo entre agosto y diciembre del 2012, acota, de todo aquello de mi enfermedad, de la estancia en el hospital, prefiero sólo acariciar ideas positivas. “Pensar, como le digo -continúa- que con mi amiga gano a una hermana, reflexiono sobre el desvelo y profesionalismo de los médicos, en los años en que gracias a Dios disfruto a mi madre, en el apoyo de mi esposo y mis hijos”, externa con un brillo especial en la mirada, por eso siempre digo que una debe ir por la vida dando amor, ‘sembrando’.

“Tengo tanto que agradecer a Dios, subraya, le agradezco que tengo fuerzas para vivir, ayudar a muchas personas en asuntos de inmigración, informo a quienes se acercan a preguntar, comenta optimista; reconozco que todos tenemos problemas, de un carácter u otro, sin embargo hay personas que tienden la mano... me alegra estar en el grupo de quienes pueden dar un consejo, informar, sugerir lo que es mejor, sea para algo relacionado con la salud, o colaborar con la Unión Latina cuando ofrecemos cenas a personas necesitadas.

En la esquina azul: de agosto a diciembre del 2012; en la esquina roja esta argentina de baja estatura, con más de medio siglo en los Estados Unidos, enamorada de la vida y de su gente... ya viene el veredicto ‘ganadora, por decisión unánime, por no rendirse nunca, la mujer de Las Vegas. Aplausos.

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