-Aquella muchacha tiene algo encantador.
-Qué me dices de esta mujer, tiene un no sé que inolvidable.
Es muy posible que la muchacha y la mujer no sean muy bonitas, ni siquiera elegantes, pero poseen el maravilloso don de una personalidad fascinadora, de esas que siempre llaman la atención... incluso sin querer.
Bien vale hacerse una pregunta: ¿Se nace con esta o aquella personalidad? No hay la menor duda, o sea, es incuestionable que cada individuo tiene virtudes y defectos que lo acompañan desde la cuna, sin embargo el cultivar las primeras y corregir los segundos es lo que crea una personalidad destacada, atractiva.
El mal carácter, la ira, la envidia, la gula, etc, si se dejan crecer nos darán un sello personal insoportable a los ojos de los demás. Es difícil descubrir esos defectos porque no hay espejo que los revele con la misma claridad que nos revela un granito en la cara o una silueta deforme; con el único espejo que podemos contar es con una sincera autocrítica y con un profundo estudio observando las reacciones que provocamos en las personas que nos rodean.
Sólo así llegaremos a conocernos y podremos ir “puliendo” o corrigiendo las aristas negativas de la propia personalidad. Comencemos por una importantísima, y muy frecuentemente olvidada: la voz
¿Cómo es tu voz? ¿Aguda, grave, cortante, dulce, chillona, modulada? ¿Te has detenido alguna vez a averiguarlo? Posiblemente no, sin embargo la voz es tu primera presentación; es acaso el factor que mejor y más rápido revela los más íntimos recovecos de tu personalidad.
Si grabamos nuestra voz y la escuchamos lo más probable es que nos asustemos, no es la misma voz que escuchan los demás. Prueba a escucharte, repite una frase como si estuvieras alegre, triste o colérica, como si hablaras con un niño o con un enamorado... ¿eres capaz de darle las mismas entonaciones? Bien, si puedes hacerlo quiere decir que puedes manejar tu voz.
Si en cambio tú misma te encuentras monótona, desentonada, pues debes hacer unos ejercicios que comienzan con la lectura en voz alta -a solas-, trata de leer dando sentido a la lectura, con inflexiones, haciendo las pausas indicadas, ése es el primer paso. (Tomado del libro Más belleza para ti, de Isabel de Amado Blanco)