Por Roberto PELÁEZ
Rosemary Flores es una mujer fuerte, temperamental, de esas que los entrenadores deportivos aseguran: “quisiera tenerla siempre en mi equipo”, sencillamente porque se entrega sin que le quede nada por dentro.
Oriunda de San Antonio, Texas, desde 1982 reside en Las Vegas, y cuando platica de ella ‘se retrata de cuerpo entero’ como una mujer trabajadora, que encara las injusticias, preocupada siempre por los problemas de las familias migrantes.
“He estado entre los organizadores de muchas marchas en defensa de los desposeidos, contra la separación de las familias, en favor de los estudiantes, de los indocumentados”, afirma categórica.
“Comienzo a trabajar en una lavandería, precisa, mientras estudio en high school; una tía viene delante a Las Vegas y nos comenta que aquí hay trabajo, sobre todo en los casinos, y sin pensarlo mucho vengo... de eso hace cerca de 40 años”.
Consigue en la ‘capital mundial del entretenimiento’ trabajo, precisamente en un casino, a los 18 años, “en ocasiones, acota, me veo con dos empleos, tratando de salir adelante, me desempeño como cotelera VIP, atiendo a personas con mucho dinero, a artistas conocidos; en 1999 me lastimo, y poco después tengo que dejar el trabajo por una condición médica, afectada por el uso de los químicos.
“Mi vida da un vuelco, señala, de ganar alrededor de 4 mil dólares mensuales, me veo obligada a vivir con sólo 234 y estampillas para alimentos, es una etapa muy difícil, que aprovecho para estudiar mucho sobre leyes para defender mi caso.
“Por si fuera poco en el 2003 me diagnostican cáncer y me dan unos dos meses de vida... ya pasaron 17 años”, recuerda.
“Mi postura frente a lo que considero injusto me lleva a iniciar mi vida como activista comunitaria, subraya, conozco a Fernando Romero, quien me incita a conocer más de inmigración, después a Miguel Barrientos; por esa época Eddie Escobedo Sr.,(qepd) me aconseja: ‘no deje de luchar, no se rinda nunca’, y sigo al pie de la letra sus palabras de aliento.
“Un día recibo una llamada telefónica, me dicen: ‘mi nombre es Humberto Peña, soy del semanario El Mundo, no la conozco, pero sé de su activismo, quiero sugerirle que organice una marcha en favor de los migrantes’, me informo bien y pongo manos a la obra, conseguimos que marchen unas dos mil personas”, precisa.
Conservadora, amante de los valores, de lo que aprendió de sus padres, Flores lidera varias organizaciones, de manera voluntaria visita escuelas, cárceles, ayuda a las familias hispanas con asesoramiento, las representa en diferentes instancias, “soy una activista pro migrante, señala, llevo adelante un proyecto para unir a las personas sin reparar en color, religión, creo que debe predominar el amor entre los hombres, dejar a un lado odios y rencores”.
Miembro del Partido Demócrata por muchos años, externa: “enfrento un problema de salud de un hermano, una situación tensa, difícil, por varios días no sabemos de él, entonces acudo a varias personalidades del valle, de mi partido, y hacen caso omiso, me decepcionan.
“Eso motiva, dice, que me pase al Partido Republicano, sin embargo quiero dejar en claro que los migrantes, las familias hispanas pueden contar conmigo siempre, soy fiel, considero que no importan los partidos, este o aquel, importa el ser humano.
“Creo que cada persona, cada familia, tiene su historia, y nuestro deber es ayudar cuando la gente necesita... vivo orgullosa de la comunidad hispana y quiero decirles que conmigo pueden contar siempre”, resalta, y no puede impedir que unas lágrimas asomen a sus ojos.