Repostera de pies a cabeza... Los mayores orgullos de Elizabeth

Por Roberto PELÁEZ

La mujer que tengo delante es una conversadora natural, es capaz de platicar de cualquier tema, como si nada le fuera ajeno, aunque ella misma reconoce que su familia, la respostería y de vez en cuando una partida de ajedrez son ‘asuntos’ que le apasionan.

“Siento un orgullo inmenso por mi familia, por lo unida que es, en nosotros si vale eso del refrán de los mosqueteros: ‘uno para todos y todos para uno’, nos buscamos, platicamos sin descanso, compartimos... cuando nos reunimos el tiempo se va como la gasolina de avión, dice, volando; no tengo la menor duda de que mi familia es mi gran orgullo, mis hermanos, mis hijos, mis nietos, mi esposo, cada uno con sus virtudes y defectos, como yo, como todos... los adoro”, dice sin reparo.

Elizabeth Santos, bailadora incansable, jugadora de ajedrez, asistente de abogados, experta en decorar platos para banquetes, y repostera enamorada, no se cruza de brazos “en la vida hay que aprender de todo, trabajar fuerte, salir adelante, y lo mejor,  apunta, es querer lo que una hace, disfrutarlo, y es lo que me sucede con cada una de las cosas que he aprendido, pongo todo mi empeño, soy inconforme, cuando otras, explica, se conforman con ser decoradoras de platos, yo no, quise también ser experta en dulces finos, y lo disfruto”.

Es la menor de cuatro hermanos, le anteceden Abel, Marilyn y Augusto; marzo de 1993 marca para ella el inicio de una nueva vida, llega a los Estados Unidos. “El principio es difícil, prosigue, como creo es para todos los emigrantes, pues dejamos atrás lo que ha sido nuestra vida, a familiares, amigos, vivencias, recuerdos... a veces considero que es como volver a nacer, abrir los ojos a otra realidad, además está lo del idioma, que para muchos es un obstáculo significativo, les puede abrir o cerrar las puertas a cualquiera, incide en un mejor o peor empleo”, reflexiona.

Madre de Franklin y Elizabeth, sus ojos adquieren un brillo especial cuando se refiere a ellos, “los adoro, apunta, y a mis nietos lo mismo, son una parte de mi; mi hijo es veterano, estuvo en Irak en el 2004 y luego en Afganistán en el 2009, cumplía un deber, una responsabilidad como ciudadano de este país que nos abrió los brazos, subraya, sin embargo eso no disminuye la tensión, el nerviosismo, las preocupaciones de la familia y por supuesto la mía como madre”, resalta.

“Me gusta experimentar en la cocina, intercambiar recetas, añade, confeccionar diferentes platos, ver a mi familia alrededor de la mesa, disfrutando lo que hago, y claro, también me reúno mucho con amigos, tengo un esposo muy sociable, con facilidad para hacer amistades, lo conoces y crees conocerlo de toda la vida, y eso me gusta”.

Se para, regresa sonriente con un dulce de chocolate en un platillo, le comento que trato de bajar de peso, e insiste: “violar las regals de alimentación sana una vez al año no hace daño, externa, además, si te cohibes, que bueno, demuestras que tienes fuerza de voluntad, pero... qué calidad de vida, estos son momentos especiales y hay que aprovecharlos”, asevera y vuelve a sonreír. “¿Quién sabe cuándo vuelvas a disfrutar de una exquisita cajeta?

“Te prometo que cuando volvamos a encontrarnos, amenaza, vamos a efectuar una partida de ajedrez, o mejor, para ser más justos, tres partidas a ganar dos, quien pierda invita a una cena o copmpra un pastel tres leches”, concluye.

 

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