Por María Marín
Hace pocos días, nos levantamos con una de las historias más trágicas de la historia del sur de la Florida. Como sacado de una película de horror y en cuestión de pocos segundos, dos torres de un condominio colapsaron en la oscuridad de la noche, dejando a más de 150 personas desaparecidas entre toneladas de concreto, varillas retorcidas y cristales rotos.
Con el paso de largas horas y angustiantes días, la lista de desaparecidos aumentó y comenzamos a conocer sus historias. Como era de esperarse, la mayoría de las víctimas eran residentes del Champlain Towers South en Surfside, pero también habían muchos visitantes. Está el caso de una familia colombiana que tan sólo dos horas antes del colapso había llegado del aeropuerto, mientras una pareja argentina y su hijita esperaban recibir la segunda vacuna de Covid-19 para regresar a su país, y una mujer de 36 años viajó esa noche desde Los Angeles para visitar a sus padres; entre otras historias más que parecen ser sacadas de un guión llamado: “Destinados a morir”.
Aunque vivo en Miami, no conozco a ninguna de las familias que han tenido que enfrentar tan inesperada y desgraciada noticia, pero esta tragedia me ha causado tristeza y mucha reflexión sobre cuán frágil es la vida. Estoy segura que ninguno de los que partieron aquella noche, imaginó que sería su última, como tampoco lo pensaron sus familiares y amigos. Y quienes vivían en la torre que quedó aparentemente intacta, jamás pensaron que “volverían a nacer”, pero que perderían su hogar y todas las cosas de valor sentimental, pues jamás podrán regresar a buscarlas.
Y quién se imaginaría semejante desgracia en su propio hogar, “el lugar más seguro”. Y es que al pensar en una muerte accidental, nos viene a la mente un avión estrellado, un choque de carros o un tiroteo masivo, pero jamás morir sepultado bajo los escombros de tu casa si no ha ocurrido un terremoto.
Constantemente, vemos desgracias alrededor del mundo que nos recuerdan cuán sorpresiva es la muerte, pero pienso que esta tragedia “nos ha movido el piso” sobre cuán vulnerable es la vida y que cualquier noche puede ser la última noche, sin importar donde estemos o estén nuestros seres queridos.
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