Por María MARÍN
Jamás olvidaré la noche de aquel viernes cuando llegué a un evento privado en un reconocido restaurante de Los Angeles.
De momento, me presentaron al chef y propietario del lugar. En cuestión de microsegundos y antes de terminar de decir: “Mucho gusto María”, sentí la atracción amorosa más impresionante, increíble y emocionante de toda mi vida.
Estaba derretida y no podía disimularlo, mientras la mirada intensa de él delataba la atracción recíproca. Sólo pudimos conversar unos 10 minutos, pero durante la próxima hora, no paramos de buscarnos con la mirada.
Nos despedimos y estuve pensando insistentemente en él, sentía como miles de mariposas invadían mi estómago y me robaban el sueño. Pasé aquella madrugada en Google, leyendo sobre su carrera culinaria internacional, cuestionando aquello tan grande que sentía por un desconocido y preguntándome por qué no pidió mi número de teléfono. Una semana después, confirmé lo que sospechaba: tenía novia.
Fue el amor a primera vista más intenso, emocionante y también el más corto de mi vida; por casi 20 años después me preguntaba cómo pude sentir tanto sin haber una cita, un beso o ni tan siquiera una llamada o un texto.
La ciencia del amor siempre ha dicho que es posible enamorarse con un flechazo instantáneo cuando un cuerpo detecta similitud de olores naturales en otra persona.
También se conoce que durante el proceso atractivo de dos personas, se sonríe y se mueven la cabeza, los brazos y las piernas de manera diferente.
Mientras, una nueva investigación asegura que sólo se necesitan dos minutos para “olerse” mutuamente, comparar aromas naturales y enamorarse profundamente si hay similitud de sudor en la piel.
Sin duda, el hallazgo de los 120 segundos es la mejor respuesta a esas veces que no entendemos los juegos y misterios de Cupido. A veces aparece el candidato perfecto en todos los sentidos, menos en la química; mientras alguien que no parece convenir como pareja aparece con una química adictiva, capaz de cegar por amor.
De ahora en adelante, fijarte en todo lo que sientes en un primer encuentro te ayudará a reconocer y decidir si vale la pena dar oportunidades amorosas. En dos minutos me enamoré locamente de aquel chef, pero en siete días confirmé que no era para mí.
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