Por María MARÍN
Continuamente me encuentro con mujeres que después de haber pasado por varias decepciones amorosas comentan: “estoy cansada de andar con jueguitos”, “no creo en hacerme la difícil para conquistar a alguien”, “lo siento, no voy a pretender ser lo que no soy”.
Entiendo a aquellas que desean tener relaciones sin necesidad de juegos, sin embargo, la psicología del amor nos obliga a participar en muchos juegos.
No estoy promocionando ningún jueguito, simplemente quiero que sepas que cuando te niegas a participar, de todos modos estarás jugando, ¡sólo que en tu contra!
Uno de estos juegos se llama “La ausencia”, consiste en saber ausentarse o alejarse en el momento preciso para obtener un objetivo. Este juego, además de ser muy popular en las relaciones amorosas, también se practica en las relaciones comerciales, laborales y hasta en el mundo artístico.
Por ejemplo, la actriz de cine Greta Garbo se retiró de la actuación cuando estaba en la cúspide de su carrera y tenía apenas 35 años. Su repentina ausencia hizo que su público la extrañara y su fama aumentara. Ella sabía que cuando algo se vuelve muy accesible pierde su valor.
Así mismo sucede en el comercio. Cuando hay abundancia de un producto, su precio disminuye, y si hay escasez aumenta. En el amor ocurre lo mismo, deseamos ardientemente lo que es difícil de obtener, y damos poca importancia a aquello de lo que estamos saturados.
Cuentan los historiadores que en la Edad Media las damas enviaban a los caballeros a sitios lejanos para cumplir tareas difíciles como prueba de su amor. Este juego pretendía que la pasión creciera y el reencuentro fuera lleno de éxtasis y cargado de emociones. Lo peligroso de este juego era que aquellas que no tenían una relación sólida podían ser olvidadas ¡y hasta reemplazadas!
Muy bien lo explican estas famosas palabras: “La ausencia disminuye las pequeñas pasiones y aumenta las grandes, lo mismo que el viento apaga las velas y aviva las llamas”.
Cuando quieras enamorar a alguien, al principio es necesario que compartas mucho tiempo con esa persona. Pero una vez se establece la relación, hay que conceder un espacio para crear un balance entre estar ausente y estar presente. Si te comportas como un gemelo siamés, que no puede separarse, te conviertes en costumbre y desaparece la emoción por verte.
Has que valoren tu presencia de la misma forma que se aprecian los rayos del sol, después de muchos días de lluvia lo extrañamos y cuando brilla nos deleitamos con su resplandor.
De vez en cuando hazte la ausente. No solo serás más deseable, sino que te darás el gusto de escuchar el dulce sonido de las frases: “te extraño”, “me haces falta” y “!estoy feliz de verte!”.
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