María Elena López, el sano orgullo de una maestra

Por Roberto PELÁEZ

María Elena López conoce muy bien a su hija y a sus nietos, sin embargo no puede evitar emocionarse durante el recibimiento que ellos le prodigan siempre que viene desde Mérida a la ‘capital mundial del entretenimiento’.

Con sus 73 años bien llevados, no oculta su agradecimiento a los Estados Unidos “aquí, afirma, mi hija y mis dos nietos hicieron realidad sus sueños, nunca pese a las adversidades se han rendido”.

Oriunda de Mérida, en el estado mexicano de Yucatán, no recuerda con exactitud las veces que ha hecho las maletas para viajar desde su casa hasta Las Vegas; respira profundo y subraya: “he venido tantas veces, sobre todo cuando mi hija estuvo enferma, sé que ella necesita mi apoyo, mis palabras de aliento, por eso no lo he pensado dos veces para venir”, sostiene.

“¿Quiere que le diga algo? Cuando ella decide venir de Mérida a los Estados Unidos ni su padre ni yo soñábamos con lo que podía alcanzar, hasta dónde podía llegar, siempre sobre la base del trabajo, de su fuerza de voluntad, de la superación.

“Y ni hablar de mis nietos, que son graduados universitarios... me han dado muchos motivos para vivir orgullosa, y también a su mamá”, asevera.

Maestra por más de cuatro décadas, los ojos de la entrevistada adquieren un brillo especial cuando expresa: “le agradezco mucho a este país, a su gente, me percato del respeto, la admiración con que tratan a mi hija, sé que no lo hacen porque ella hace unos años venció al cáncer, es por su trabajo, por el interés que pone en la educación de los jóvenes, es más, cuando está enferma recibe incontables muestras de cariño, eso no tengo con qué pagarlo.

“Muchos alumnos, jóvenes, se le acercan para agradecerle, sé que en cada uno de ellos mi Flor ‘siembra’ una semilla, los impulsa a estudiar, a superarse... 

“Mi hija, continúa, es de las que predica con el ejemplo, ella no le dice a los que terminan high school estudien y se pone a un lado, al contrario, se informa, analiza sus posibilidades y matricula en la universidad, se gradúa.

“Nosotros, enfatiza, venimos de una familia que no consigue nada con facilidad, mi esposo Héctor, mi hijo José, mi hija, mis nietos, yo misma, todo se lo debemos al trabajo... 

“Se dice fácil, continúa, ser maestra de primaria por más de 40 años, pero cada logro exige una cuota de sacrificio, es lo que hemos aprendido a lo largo de la vida, de casi medio siglo de matrimonio.

“La vida también nos regala momentos de mucha alegría, cuando decimos vale la pena el sacrificio, y los premios conquistados por mis hijos, por mis nietos, los considero como míos, verlos triunfar es un éxito de ellos, pero también de la familia”, expresa.

“No porque se trate de mi hija, apunta, pero creo que su vida es como una película, y pudiera ser también la de miles de emigrantes, viene jovencita a estudiar y trabajar, aprende el idioma, se hace ciudadana americana, enfrenta el cáncer, guía sola a sus hijos, y triunfa”.

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