Los pequeños milagros de Patricia Guerra

El próximo julio, cuando cruce el Estrecho de Gibraltar, la nadadora mexicana de 51 años Patricia Guerra confirmará lo milagroso de su segunda vida, la que comenzó en 2007, cuando una tonina le rompió el esqueleto en varios pedazos.

“Fue un antes y un después. En el Estrecho de Magallanes, a 400 metros de la meta, el animal dio un aletazo y me fracturó pelvis, cadera y dos vértebras; las rodillas me las partió en cuatro partes”, recordó la deportista.

Mucho tiempo después no hay secuelas de las cirugías y Guerra trabaja en el gimnasio y en el agua, confiada en nadar los casi 15 kilómetros de África a Europa y en agosto subir la parada con otro reto, en Nueva York.

“El de Gibraltar es el único nado de continente a continente; será una travesía con una temperatura de 18 grados celsius o menos, corrientes en contra y vientos fuertes. Entre el 8 y el 17 de julio nadaré el día de mejores condiciones y a finales de agosto le dará la vuelta a la isla de Manhattan, 46 kilómetros”, reveló.

Las competencias de la mexicana son algo más que deporte. Vende sus brazadas y con el dinero ayuda a personas en lugares pobres de su país, mujeres con cáncer de mama, niños ciegos o débiles visuales y pequeños de las guarderías del Instituto de Seguro Social.

“El nuevo proyecto se llama ‘50+1 2023. Si yo puedo, cualquier mujer puede’. Hay una creencia, según la cual, después de los 50 años la salud de la mujer va deteriorándose. Eso no es cierto; si tienes un monitoreo hormonal y físico, puedes seguir persiguiendo los sueños”, cuenta.

Aunque aplasta con su creencia de que es posible burlar el paso del tiempo, en realidad Patricia es una mujer humilde, con una vida monacal, que comienza cada día a las 4:30 de la madrugada, cuando se despierta a meditar, para una hora después iniciar los entrenamientos.

“Ahora estamos nadando unos 30 kilómetros a la semana; iremos subiendo y habrá una prueba larga de seis horas en el agua helada. Trato de dormir siete horas y llevar una dieta balanceada.

Al igual que los corredores de maratón, los competidores de “ironman” y los ciclistas del Tour de Francia, los nadadores extremos tienen trampas para engañar la mente. En el caso de Guerra, repite mantras, aunque su mejor forma de controlar la mente es a través de la música.

“Me sé muchas canciones de memoria; en español y en inglés; una de ellas es “De las tardes”, de Fernando Delgadillo, con una letra difícil de recordar. La regla es no pasar a la siguiente pieza hasta no terminar la que estoy cantando en mi mente”, confiesa.

Hace años, cuando tenía cinco de edad, Patricia y su hermano Pedro metían la cabeza debajo del agua a ver quién aguantaba más tiempo sin respirar. Solían resistir más de un minuto.

“Mucho tiempo después, aunque vivió más de medio siglo, la mexicana disfruta al recordar su pasado de niña de agua y cierra los entrenamientos con apneas de 40 metros. Como en los años inocentes, hoy apuesta a ser la de mejor capacidad para aguantar la respiración.

“Ahora reto a señoras de más de 50 años. Seguimos jugando a ver quién aguanta más y es una chispa que no quiero perder. Nunca debemos aceptar que las cosas son porque así son, sino decir, puedo hacer algo diferente”, asegura al referirse a los pequeños milagros de su segunda vida. México (EFE)

 

 

 

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