Las abogadas de las que depende el futuro del aborto en EE.UU.

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La elección presidencial de Donald Trump convenció a Jenny Ma de dedicarse a tiempo completo a la defensa de los derechos reproductivos. Cinco años después, el futuro del aborto legal en Estados Unidos está sobre sus hombros y los de otras cuatro abogadas.
En sesiones maratonianas, Ma y sus compañeras preparan a contrarreloj un caso que examinará este miércoles el Tribunal Supremo de Estados Unidos y del que dependen los derechos de millones de mujeres en edad reproductiva en el país.
“Hay muchísima presión. Este es un momento crucial en Estados Unidos”, reconoce Ma en una entrevista con Efe.
Será su compañera Julie Rikelman, una veterana abogada que ya argumentó el año pasado otro caso sobre aborto ante el Supremo, la que comparezca el miércoles ante la máxima corte para intentar convencerles de que invaliden una ley de Misisipi que prohibiría el aborto a partir de las 15 semanas de gestación.
El caso tiene en vilo al movimiento feminista en Estados Unidos, que teme que la mayoría conservadora en la corte pueda aprovechar la ocasión para anular el precedente conocido como “Roe versus Wade”, que en 1973 garantizó el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en todo el país.
“Esta es la primera vez en 50 años que el Tribunal Supremo va a decidir sobre la constitucionalidad de un veto al aborto antes de la viabilidad (del embarazo)”, explicó Rikelman en una rueda de prensa este mes.
"HABRÁ DOS ESTADOS UNIDOS"
Han pasado cinco meses desde que el Supremo aceptó pronunciarse sobre el caso, y las jornadas del equipo legal que lidera Rikelman no han hecho más que alargarse. Aunque intentan no dejarse llevar por el pesimismo, son muy conscientes de lo que pasará si se anula el precedente de 1973.
“Básicamente, estaríamos hablando de dos Estados Unidos, de un país donde el acceso a un servicio de salud esencial depende de dónde vives o el estado en el que naciste”, resume Ma.
Si el Supremo deroga “Roe versus Wade”, cada territorio sería libre de permitir o prohibir el aborto, y se espera que alrededor de la mitad de los estados del país tomen medidas para vetarlo.
Mientras Argentina, Chile o México dan pasos hacia la despenalización del aborto, en Estados Unidos la tendencia es hacia la prohibición en los estados gobernados por conservadores, que solo este año han aprobado más de cien medidas para restringirlo.
“Estamos en un camino de retroceso que ahora mismo solo comparte Polonia, y eso es increíblemente triste, pero creo que la lucha por la justicia es muy larga, y es dura”, reflexiona Ma.
LA PRESIÓN SOBRE SUS HOMBROS
Mientras se prepara para argumentar el caso, Rikelman intenta no olvidar que el derecho a abortar “es realmente crucial para la igualdad de las mujeres, para su participación igualitaria en la sociedad”.
“La gente depende del hecho de que podrán decidir cuántos hijos tienen, de que no será el estado donde viven el que tomará esta decisión por ellas. Y eso ha sido clave para que la gente pueda estructurar sus vidas”, recalca.
Rikelman es consciente de que, si pierde el caso, habrá “caos y daños” no solo para las mujeres que viven en territorios conservadores, sino también para los estados que quieren preservar el derecho al aborto, cuyas clínicas se verán saturadas por la llegada de pacientes de otras partes del país.
Antes de entrar al Supremo el miércoles, Rikelman intentará relajarse escuchando música -quizá del grupo U2, según dijo a la revista Time- y meditará sobre el trabajo diario de sus clientes para mantener abierta la última clínica que aún practica abortos en Misisipi.
Su familia también es un apoyo importante: “tiene dos hijas que están muy orgullosas de su madre, por ser una defensora increíble” y una de las pocas mujeres que han argumentado no solo uno, sino dos casos ante el Supremo, explica Ma.
Pero, por encima de todo, Rikelman “es una perfeccionista”, y lo que más le ayuda a relajarse es prepararse al máximo, “conocer todas las posibles preguntas que le pueden hacer” los jueces del Supremo, según Ma.
EN LA PIEL DE LOS JUECES
Para ayudarla, sus compañeras organizan largas sesiones en las que interpretan el papel de los magistrados y ponen a prueba los argumentos de Rikelman, y se aseguran de afinar cada alegato para que no quede ninguna laguna.
“También intentamos divertirnos un poco, cuando podemos”, sonríe Ma.
Aunque no estará en primera fila el miércoles, los argumentos de su compañera cerrarán un círculo para Ma, que hace apenas unos años pensaba en dejar de ser abogada y convertirse en profesora universitaria para “enseñar sobre derechos reproductivos”.
“Pero entonces, resultó elegido en Estados Unidos el presidente Donald Trump, y pensé: los derechos reproductivos van a estar en juego. Nunca pensé que ocurriría tan rápido, pero así ha sido”, relata la letrada, que se convirtió en 2017 en abogada del Centro de Derechos Reproductivos.
Ma intenta mantenerse optimista y confía en que el Supremo se atenga a sus propios precedentes, pero si eso no ocurre, no piensa “hacer las maletas” y rendirse: junto a sus compañeras, buscará otras vías para conseguir que se garantice el aborto a nivel nacional.
“No creo que ese vaya a ser el final de la historia”, subraya. Washington (EFE)

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