Por Roberto PELÁEZ
Adentrarse en la vida de Lérida Torres -en Cuba y los Estados Unidos-, es como leer una de esas novelas que literalmente ‘atrapan’ a uno hasta el final, pues ella, asegura, es de las personas que prefiere ‘sembrar’, dar amor a quienes se tropieza o la misma vida le pone delante.
Estudia arquitectura en la Universidad Central de Las Villas, mientras toma lecciones se desempeña como alumna asistente, por su dedicación y constancia al graduarse pasa a formar parte del claustro de profesores de esa institución docente. Es asesorada por figuras prominentes como Roberto Segre, Ileana Cárdenas y Loania Aruca,
“Aparte de mi labor como profesora, luego trabajo con especialistas rusos en una refinería de petróleo y también en instalaciones de turismo, dos renglones que exigen cumplimiento puntual y hacer las cosas de la mejor manera”, afirma.
En el 2014 viaja a la ciudad de Miami, es su primera salida de Cuba, y al año siguiente pone rumbo a Brasil -Sao Paulo- para ofrecer varias conferencias sobre arquitectura, tras las cuales regresa a Miami y se incorpora a una compañía de diseño que enfrenta un proceso de reestructuración.
“Escucho a varias personas referirse a la tranquilidad en la ciudad de Las Vegas, lo eficiente de su transporte público, recuerda, y esos dos aspectos influyen en que venga a vivir aquí, visito las oficinas de Job Connect y la Cámara de Comercio Latina en busca de trabajo... le agradezco mucho a Otto Mérida, aparte de su trato amable, me encamina para conseguir un empleo, y luego me presenta a María Caminero, a quien considero una amiga, una hermana”, enfatiza.
“Trabajo en el Centro Arturo Cambeiro, apunta, por más de un año y comienzo a ayudar a María en su negocio de tapicería, hasta que contacto con amigos, ex alumnos de la universidad en Cuba, quienes me piden vaya a laborar a Texas a un Centro de personas de edad avanzada.
“Debo decir que me gusta el carácter, el carisma de la gente de Texas, su nacionalismo, además, el trabajo que realizo allí tiene mucho que ver conmigo, me gusta ayudar, sobre todo a quienes ya por su edad no tienen la fuerza, el ánimo de antes, necesitan apoyo, comprensión”, resalta la entrevistada.
Regresa a Miami, consigue empleo en una prisión de máxima seguridad, “conozco en aquel lugar a reclusos manipuladores, que les gusta ‘probar fuerzas’, sin embargo nunca los trato de manera despectiva..., allí estoy por un año”, significa.
Caminero le insiste una y otra vez para que regrese, y tras manejar más de dos días -para conocer a EEUU, dice- el 20 de febrero del año pasado llega a Las Vegas.
Trabaja en una pequeña fábrica de colchones, “lo hacemos todo a mano, nos esmeramos en la calidad, en complacer al cliente, tengo una familia entre mis compañeros; vendemos lo que con tanto esmero hacemos, pero lo mejor es el respeto, el trato amable con todos, creo que ir por la vida dando amor es un regalo, lo que nos hace mejores seres humanos, vivo orgullosa de las enseñanzas de mis padres y de mis compañeros de labor, ellos también son un ejemplo a imitar”, concluye.