Entre libros... Jannet Villafuerte, una ecuatoriana que ama enseñar

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Por Roberto PELÁEZ

Rodeada de libros, subrayando aquí, escribiendo allá, encuentro a Jannet Villafuerte, una mujer de Quito, Ecuador, que hace 29 años hizo las maletas cargada de sueños e ilusiones y puso rumbo norte.

No recuerdo, dice, si había cumplido entonces los 27 años, pero sé que efectué el viaje dispuesta a hacer realidad todo aquello con lo que había soñado.

Por 22 años trabajo en el hotel y casino MGM, una labor fuerte, con la prioridad de facilitar estudios a mis hijas, que fueran a la universidad, se hicieran profesionales y lo que es mejor, propiciarles un futuro brillante, destaca Villafuerte.

Sus ojos adquieren un brillo especial cuando habla de Andrea y Gabriela, la primera, dice, se graduó en la Universidad de Nevada Las Vegas en tecnología informática, y la segunda tiene una maestría en Administración Pública... no puedo pedir más, enfatiza.

Lectora empedernida, la entrevistada reconoce que la tecnología le ha dado una estocada a las publicaciones impresas, se imagina -apunta- todo, o casi todo una lo encuentra en el teléfono, sin embargo, resalta, el placer de tener un libro entre las manos es algo tremendo, sumergirse entre las páginas es maravilloso, agrega.

Pone unos libros sobre su regazo, bebe pequeños sorbos de jugo de naranja, y prosigue: tengo 56 años, me considero una mujer realizada... he trabajado mucho, le pedí  a Dios fuerza y salud para salir adelante, no puedo quejarme, asegura sonriente.

Imparto clases de inglés, comenta, doy lecciones de ciudadanía a personas deseosas de naturalizarse, y me parece bien, pero eso no es todo, por otro lado doy clases a personas de la tercera edad, es algo fascinante, aprendo con ellas, porque le concedo mucha importancia a la educación, a la lectura, al ansia de aprender siempre algo nuevo o ‘refrescar la memoria’.

Mis alumnos me regalan, tal vez sin darse cuenta, muchas experiencias gratas, me gusta lo que hago, lo disfruto, conozco a personas de diferentes nacionalidades y costumbres... en las pláticas con ellas conozco también un poco de sus respectivos países, y eso me encanta.

Volvamos al principio, señala, vine cargada de sueños e ilusiones, y he podido (gracias a Dios) hacerlas realidad, con mi esfuerzo; por otro lado qué puede significar más para una madre que ver a sus hijas empinarse, terminar los estudios, ser buenas personas, y ver que delante de ellas se abre un mundo de posibilidades... eso es algo que no tiene precio, y que en mi caso lo disfruto a plenitud.

 

Coloca el marcador entre las páginas de un libro grueso, se pone de pie y avanza hasta una de las paredes, se detiene frente a las fotos ampliadas de sus hijas, y expresa categórica: ellas son la razón de mi vida... no tengo dudas, soy una mujer realizada.

 

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