Por Roberto PELÁEZ
La mujer que tengo delante no es adivina, no lee las manos, es más, ni con una bola de cristal pudo vaticinar Lupita Martínez que lo aprendido en la escuela de diseño (costura) en Michoacán le iba a servir de mucho en los Estados Unidos.
Vine a Las Vegas, dice, en el 2003 y siempre he tenido la posibilidad de trabajar en algo que me gusta y sé hacer, primero en una fábrica, luego para una compañía, en la que me siento muy bien, pues coser es algo que me apasiona, comenta.
Viajé de Michoacán a Las Vegas en octubre del 2003, en el 2004 se pudo reunir conmigo mi esposo e hijas, él fue deportado hace ya un tiempo, así que imagínese, quedé aquí con mis hijas (de 32, 26 y 24 años) y dos nietos. La soledad no es buena, sin embargo no soy pesimista, no me doblego fácilmente, prefiero mirar hacia delante y trabajar para ayudar a mi familia, asegura. Valoro mucho el trabajo y las contribuciones que los migrantes han hecho en este país, afirma, estoy a favor de la reforma migratoria, sencillamente porque nos asiste la razón, sostiene.
Convivo con mi hija mayor y la menor, asevera, ambas trabajan; la del medio se casó y vive con su esposo; por otro lado siempre he hecho mucho hincapié en los estudios, en lo provechoso que resulta superarse, prepararse para la vida, como digo yo... mi hija menor estudia y trabaja, y yo estudio inglés.
A una pregunta de El Mundo responde categórica: antes era muy distinto, la mujer, que por lo general se dedicada a los quehaceres de la casa, a servir al marido y parir, era muy dócil, se conformaba con eso, si pensaba o actuaba de otra manera podía ser hasta mal mirada.
Como le digo, añade, allá en Michoacán me apasionaba eso de la costura, los diseños de vestidos, las medidas, coser, me lo propuse firmemente y lo estudié, por aquella época no pensaba venir a Estados Unidos, y menos vivir de la costura, sin embargo la vida da muchas vueltas; soy de las que prefiere vivir el presente y mirar el futuro, luchar por la familia sin mirar atrás... ya sabe, hispana y mujer, pues no hay de otra que salvar obstáculos, estudiar, trabajar, salir adelante con la familia.
Hoy, argumenta, el papel de la mujer es bien distinto, juega un rol muy importante dentro de la familia y la sociedad, deja escuchar su voz, toma decisiones, participa, lo que no quiere decir que ya no exista una especie de yugo, sintamos una carga, trabajemos en ocasiones por salarios inferiores, o sea, todavía hay asuntos que resolver, pero es innegable que avanzamos y es preciso seguir.
No soy de las que quiere sustituir al hombre, cada uno tiene su papel, pero creo que la mujer debe estudiar, aprovechar su inteligencia, sus conocimientos; estar convencida de que depende de ella misma, que posee la virtud de crear un entorno positivo, darse tiempo para la familia y el trabajo, ser emprendedora, no ponerse límites, resalta entusiasmada; a estas alturas nadie duda de la capacidad integradora de la mujer dentro de la familia, asegura.
La plática da un giro cuando menciona a México, a Michoacán, sí, afirma, lo extraño, a veces sueño con lugares que no olvido, hace casi 15 años que no viajo a mi tierra, pero no pierdo la fe, pronto iré... hace poco leí algo que me retrató: el migrante lo deja todo atrás, menos la fe, resalta y mira a lo lejos.