Cuando la fe y la generosidad se dan las manos

Por Roberto PELÁEZ

Quienes la conocen mejor aseguran que ella se distingue por la fe, por el amor que brinda a la gente, y por una generosidad, que dicen, no conoce límites.

“Mantén el amor en tu corazón, porque una vida sin amor es como un jardín sin sol”, suele reiterar la mujer que tengo delante, una inmigrante mexicana que reside hace casi 20 años en los Estados Unidos, quien al referirse a lo que ha logrado afirma sin pensarlo dos veces: “se lo debo al trabajo, al amor a mi esposo y la familia, y por encima de todo a mi fe en Dios, Él toma a sus hijos de la mano, los conduce por donde sabe que es mejor”, enfatiza Martha Guerra.

“Otro aspecto al que ella y su esposo prestan especial importancia es a la educación de los niños, adolescentes y jóvenes de la comunidad hispana”, comenta Selene Lozada, de Opportunity 180, en el que militan varias personas apasionadas por la educación.

“Me alegra sobremanera, subraya Guerra, cuando escucho noticias de los hispanos que van a la universidad y pueden graduarse, terminan sus estudios y salen con los conocimientos para conseguir un buen empleo, propiciar una mejor vida a sus familiares”, reitera.

“Para mi es relevante, sostiene, ver como jovenes hispanos sobresalen en varias esferas de la vida, profesionales al servicio de la comunidad y que se distinguen en la salud, el derecho, la política, en la educación... no tengo dudas de que están bajo la bendición de Dios”, precisa.

“Como veo las cosas, destaca, desde mi punto de vista personal, realmente queremos que cada uno de esos jóvenes que va a la universidad, o decide ir a una escuela técnica, por ejemplo, sea nuestra voz, una voz que se alce en favor de la comunidad, nos represente dignamente, trabaje activamente en favor de los nuestros, estudiantes, trabajadores, profesionales que no olviden sus raíces, que sepan muy bien de dónde vinieron sus padres, la magnitud de su esfuerzo.

“Si me preguntas te diré, continúa Guerra, que es hermoso no olvidar las raíces, y para eso los padres deben platicar con sus hijos, explicarles cómo era la vida en los países de donde vinimos, con el objetivo de que sepan porqué el sacrificio de dejarlo todo atrás, familiares, amigos, el lugar donde nacieron los padres y los abuelos, las tradiciones que conocimos de niños, para venir en busca de una vida mejor... eso tiene un precio, el precio del sacrificio”, insiste. 

“Los padres, abunda, deben platicar con sus hijos, decirles cómo era -y es- la vida en nuestros países de origen, porqué decidimos venir y dejarlo todo atrás, comenzar de cero, sin conocer el idioma, ni la cultura, las leyes de este país... muchas veces lo hicimos en busca de una vida mejor para los hijos, y claro, esperamos que ellos correspondan a ese sacrificio. 

Involucrada en muchas actividades comunitarias, más que todo para ayudar a la gente, no resulta extraño  verla en los eventos de entrega de comida a las personas de menos recursos, al lado de su esposo Marko Gamboa, de Silvia Romero (vice cónsul salvadoreña), Nick Maldonado (de Toro Taxes), Rubén Kihuen (La Casa del Inmigrante), de Lozada, entre otras personas que se acercan para asistir a los más necesitados.

“Lo mismo organizamos una kermés para ayudar a un enfermo, comenta, que repartimos útiles escolares, alimentos, propiciamos  lo necesario para que cada familia pueda contar con una cena en estos días festivos... todo eso lleva trabajo, horas dedicadas a la organización para que todo salga bien, soportamos el frío, sin embargo lo hacemos con una satisfacción enorme, con el amor que merece a comunidad, y las palabras de agradecimiento de la gente nos llegan al corazón... los agradecidos somos nosotros que Dios nos da la posibilidad de poder ayudar”, expresa.

La entrevistada es madre de cinco hijos, a los que acota “tratamos de enseñarles, de criarlos para nosotros y para la sociedad, les inculcamos la palabra de Dios ‘honra a tu padre y a tu madre para que se alarguen tus días sobre la faz de la tierra’, precisa.

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