Vivencias de una joven abusada: La confianza y el miedo me jugaron una mala pasada: Patricia

Por Roberto PELÁEZ

- Yo también me caía de esa forma-, dijo Rosa, su compañera de trabajo.

Patricia guardó silencio unos segundo que le perecieron eternos. Su interlocutora acababa de ver los hematomas en su espalda.

- Pero me cansé, prosiguió aquella, y fui a la Policía, es lo que debes hacer tú... te voy a dar un número de teléfono, verás que todo se va a resolver, ningún hombre tiene derecho a golpearte, además, tienes que acercarte a la iglesia, buscar a Dios.

El encuentro con Rosa fue casual pero decisivo en el cambio que experimentó mi vida, yo era una mujer joven, asustada, con apenas unos meses en Estados Unidos... entonces solo conocía a mi hermana, y reconozco que Christian me prostituyó, cuenta la entrevistada con voz entrecortada. No quería decirle a Rosa, ni a nadie que me golpeaban, menos aun que llevaba otra vida de la que deseaba zafarme, rememora.

El principio de una pesadilla 

Aunque estaba bien en Guatemala, cuenta Patricia, estudiaba y trabajaba cuatro horas en una cafetería, mi hermana y su “amigo” Christian insistieron para que viniera a Estados Unidos, cualquier excusa que les daba ellos la rechazaban y por último él me envió el dinero del pasaje. 

Yo solo tenía 19 años, llegué con muchas ilusiones, todo lo que me habían contado era maravilloso, era otra vida, en un país desarrollado, no había miseria, podía aprender inglés, seguir mis estudios, tener mi auto propio, trabajar en un banco grande y hasta conseguir un novio adinerado... mi hermana y Christian me lo pintaban todo color de rosa, recuerda.

En los primeros días me sacaban a pasear, hasta fuimos a una tienda para comprarme alguna ropa, todo me parecía muy bien, sin embargo pronto comencé a despertar de mi sueño.

Tenemos que buscar dinero para pagar la renta, echar gasolina y comprar comida; vamos a salir, voy a presentarte a unos amigos que te pueden pagar bien si pasas con ellos un rato, piénsalo, es una manera fácil y podemos ganar unos dólares, solo tienes que complacerlos, dijo Christian; tienes que empezar por cambiarte ese nombre tan feo

Me puse muy seria, mi hermana me llevó a una recámara, me pidió que me vistiera con la mejor ropa; te recuerdo, comentó, que Christian vive aquí hace mucho tiempo, él sabe como es la vida, además, debemos ser agradecidas, recuerdo que me platicó. Yo seguía incómoda.

Dejamos a mi hermana en su trabajo, después supe que era cerca de Sahara y Valley View; en el carro había un ambiente tenso, no nos dirigíamos la palabra, entonces Christian se encargó de decirme que su amigo Tomás le había prestado dinero para mi pasaje, y deseaba pasar un rato a solas conmigo, sin compromiso de ningún tipo, me explicó, sostuvo Patricia.

De inmediato, asevera la entrevistada, comenzó a poner todo difícil, hay que ir a varios hoteles a ver si hay trabajo, te advierto que no viniste aquí a estudiar; para un empleo tienes que ir a una entrevista, después al test de las drogas, que si la tarjeta de salud, todo eso no podemos hacerlo sin gasolina, son lugares distantes, y hay que pagar, también llevar y traer a tu hermana, encima está lo de la renta... ya tenemos deudas. Lo que me habían dicho cuando estaba en Guatemala era mentira, subraya. Te estoy hablando de una manera fácil de ganar dinero, me repetía.

Fue una historia larga y triste, resume Patricia, mi hermana tenía que entregar el salario, su “amigo” abusaba de ella sexualmente, vivía asustada; por meses fui presionada a tener sexo y entregar lo que me daban a Christian, incluso se me insinuó a mi, pero si al principio estaba desorientada, sin experiencia, sin conocer a nadie, luego pude hacer algunas amistades, no todos los hombres que buscaba o me sugería Christian eran oportunistas, afirma.

Comienzo a ver la luz

Sin comentarles nada hice una aplicación para un trabajo, resaltó Patricia, fui a una entrevista, les dije que tenía mucha necesidad de trabajar, de salir adelante y me aceptaron, tuve suerte, vi el cielo abierto, quería tener mi dinero y rentarme aparte, comenzaba a ver la luz pero me faltaba la parte más difícil, no sabía como ese abusador iba a reaccionar y tenía razón para preocuparme, al enterarse me golpeó, me dio varias veces en la espalda, parece que no quería dejar marcas en la cara y mis pechos, había días en que me impedía comer, pensaba que me iba a enfermar.

Gracias a Dios no me retuvo en el apartamento, indica, solo se negó a llevarme al trabajo, tomé el bus varias veces; en mi empleo tenía cuidado a la hora de cambiarme de ropa, no quería que mis compañeras vieran las huellas de la golpiza, luego vino el encuentro sorpresivo con Rosa, ella se percató que eran golpes y me ayudó mucho, contactamos a la Policía, lo último que supe de aquel padrote abusador fue que estaba preso. 

Mi hermana y yo nos rentamos en otro lugar, fuimos al médico, a ella le hicieron una evaluación psicológica; en mi caso puedo decir que es impresionante la capacidad que tienen los jóvenes para recuperarse de los traumas y abuso que vivieron. Estoy casada con un compañero de trabajo, tenemos una niña preciosa.

Fueron meses terribles, a veces creía que vivía una pesadilla, una película de horror en la que convivía con un hombre de varias personalidades. Fue una lección, las adolescentes y jóvenes deben estar muy atentas, franquearse con sus padres, delatar cualquier situación, no confiarse nunca, concluyó.

Nos levantamos, le tiendo la mano en señal de saludo, sin embargo me abraza y susurra: lo que vivimos no se lo deseo a nadie. Da la espalda y avanza con paso rápido hasta el auto donde la esperan su esposo y la pequeña.

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