Todo cuidado es poco... Llaman a atender señales o síntomas de depresión

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Por Rafael ROMERO

Dada la cercanía del Día Mundial contra la Depresión (lunes 13 de enero) y los frecuentes problemas relacionados con salud mental, es válido recordar las palabras de la sicóloga local Dulce Guzmán, quien hace varios meses en entrevista para este semanario destacó:

“No se conocen las causas exactas que provocan la depresión, hay factores que favorecen la aparición de este trastorno, siendo la interacción de lo psicológico y lo biológico principales causantes de esta enfermedad”.

Gisela de la Rosa, Margarita Romano, Cory Engelmann, Mónica Rocca y la propia Guzmán (todas ellas sicólogas) coinciden al destacar  que la depresión es un trastorno que incide significativamente en la tasa de mortalidad a instancia mundial, sin reparar en la edad de los afectados.

“Las personas adultas y los adolescentes son los grupos más afectados”, comenta Guzmán. “Hay que reparar que más de 300 millones de personas en el mundo padecen problemas de depresión, por lo que es algo que no puede descuidarse, por el contrario, urge prestarle la mayor atención”, añadió.

Para las conocidas sicólogas del valle, de diferentes nacionalidades, que se haya escogido el 13 de enero, es como una especie de llamado a sensibilizar, orientar y prevenir la enfermedad.

En lo concerniente a los adolescentes, el llamado a los padres o familiares allegados es estar atentos a síntomas como: la tristeza, la ansiedad, que se vean (o consideren sin esperanza), sentirse cansado todo el día, quiere dañarse a sí mismo, presenta dificultad para prestar atención en la escuela, comer más o menos de lo acostumbrado.

“La depresión entre los adolescentes y jóvenes se da con mucha frecuencia, por eso insistimos en la importancia de atender a un comportamiento fuera de lo normal, son pequeños síntomas que no deben pasar inadvertidos”, subraya Guzmán.

“Ante esos síntomas, los padres deben acercarse a sus hijos, externar su apoyo, alentarlo, reiterarle que están ahí para ayudar, los padres deben tener la capacidad de escuchar, no abrumar con preguntas o sermones, porque entonces los afectados se ‘encierran’, no comunican”, apunta.

 

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