Merecido homenaje a los veteranos... Que vivan siempre en nuestro corazón

Por Roberto PELÁEZ

Un héroe es alguien que ha entregado su vida a algo más grande que uno mismo

“Estoy muy orgullosa de ser estadounidense, donde al menos sé que tengo libertad, y no puedo olvidar a las personas que dieron sus vidas o estuvieron dispuestas a darla para que disfrute de tal privilegio”, afirma emocionada Elizabeth Lemus, madre de Franklin Vilaseco, veterano de las guerras en Irak y Afganistán.

Los padres de Adair Peláez, de Ali y Fil Morales, de Gabe Jiménez, sienten un orgullo tremendo por sus hijos, de su coraje y dignidad.

“Veo a mi hijo y el orgullo no me cabe en el pecho, resalta Víctor Peláez, para mi es admirable como él y tantos jóvenes estuvieron -y están- dispuestos a dar sus vidas, a defender los ideales de este país, con una mezcla de desinterés, de sacrificio y heroismo... eso los hace parecer gigantes ante mis ojos”, advierte.

Los gritos apenas lo dejan concentrarse, sabe que debe salir de aquel infierno... en la parte trasera del vehículo su amigo da alaridos, le faltan las piernas. En Irak corre el interminable 30 de septiembre del 2004 y el joven Franklin Vilaseco en medio del desastre, una nube de polvo y mucha sangre, no quiere perder el control. 

“Por aquellos días, recuerda Lemus, queríamos tener todo el tiempo noticias de él, mamá me preguntaba, mis hermanos llamaban, deseaban saber que todo estaba bien; a veces recibía cartas y fotos, Franklin trabaja de tranquilizarme, pero no creo que alguien sepa calmar a una madre cuyo hijo de apenas 20 años está en la guerra”, asevera.

“A mi edad, y después de haber visto tanto es muy difícil tener un ídolo, como no sea en el futbol, comenta Víctor sonriente, pero si debo tener un ídolo, un héroe, lo tengo bien claro, es mi hijo”.

Rosita Morales tampoco escatima elogio, palabras de admiración y respeto para Ali, Fil y Gabe, “ellos para mi son un ejemplo, los hijos, los sobrinos que una quiere tener, que reaccionan ante las injusticias, donde sea, y se preparan para enfrentarlas, aunque en ello les vaya la vida, y lo hacen con una dosis de amor, sin perder la ternura”, apunta la nicaragüense radicada hace muchos años en Estados Unidos.

Aunque es de madrugada el joven Vilaseco apenas puede conciliar el sueño, el insomnio se ha convertido en un compañero tan indeseable como persistente; se sienta en la cama, limpia los cristales de sus gafas y desamarra los cordones de sus botas color tierra, vuelve a acostarse... A lo lejos se escuchan explosiones, pero es lo mismo de siempre. Mira al techo. El amigo que duerme al lado no deja de roncar. Piensa entonces en aquella antológica frase de Ernest Hemingway ‘... si nadie atacara la guerra terminaría’.

Elizabeth, Víctor, Rosita, admiran la naturalidad con que sus familiares dieron el paso al frente, se enrolaron en el ejército de los Estados Unidos “es una manera de corresponder a todo lo que este país nos ha dado, y aun es poco... queremos a esta nación, a sus veteranos, ellos viven dentro de cada uno de nosotros, en nuestros pensamientos, en un lugar prominente”, resaltan.

 

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