Por Roberto PELÁEZ
Desde pequeño Marco Villagomez supo que el valor, la fuerza de voluntad, y sobre todo la tenacidad debían acompañarlo para salir adelante sin rendirse jamás, sin sacar bandera blanca ante las adversidades de la vida.
“A los cinco años, en mi natal Quito, capital de Ecuador, sufrí quemaduras en mis manos y la cara, enfrenté unos dolores tremendos a tan corta edad, pero yo, sencillamente quería salir adelante, veía a mi hermano con su guitarra, y soñaba con un dia tocar para la gente, escuchar sus aplausos… usted sabe, sueños de niño”, expresa Villagomez.
“La primera influencia musical me viene precisamente de mi hermano, cuenta, viéndolo a él quise ir más lejos, aprendí a tocar (yo solo) la zamponia, que es una especie de flauta, desde hace ya un buen tiempo las fabrico yo mismo, añade, me hubiera gustado hacer algo con la guitarra pero el accidente estropeo esa aspiración.
“Me enamoré de la zamponia, de los sonidos que uno puede obtener de ella, y como las hago a mi manera, pues me voy encariñando… aprendí a tocarla a los 16, han pasado unos cuantos años”, dice sonriente.
A una pregunta, responde: “Sí, el sueño pude hacerlo realidad, vine a vivir a este hermoso país (en 1991), aprendo cada vez más de la zamponia, y he llevado mi arte por toda la costa oeste de los Estados Unidos, Alaska, claro, he tocado en Las Vegas.
“A pesar de las quemaduras en la cara, de prácticamente perder las manos, prosigue, me convertí en músico, me gusta tocar, platicar con la gente, me piden en todas partes ‘El Condor pasa’, ‘El Carnavalito’, ‘El pastor solitario’, y muchas otras canciones famosas, entonces me gusta complacer, además, ya no son solo los aplausos del público, que para mi es algo emocionante, no sé como pero siempre encuentro ecuatorianos entre quienes me escuchan, eso también me alegra sobremanera, platico con ellos de nuestras raíces, nos unen muchos recuerdos”.
Entrega su tarjeta de presentación a una de las mujeres que le escucha, y luego retoma la conversación: “Cualquiera piensa que por faltarme las manos es difícil fabricar la zamponia, y claro que lo es, pero ya he hecho tantas, tengo mis habilidades, dice, de diferentes tamaños y formas, las hago a mi manera, las he perfeccionado”.
Baja la voz y apunta: “le voy a decir un secreto, aparte de mi fuerza de voluntad, de no rendirme, los aplausos de la gente me reportan energía, multiplican mis ganas de hacer”, resalta el entrevistado.