El doctor que dejó atrás el infierno

Por Roberto PELÁEZ 

Intentos de suicidios, abusos de todo tipo, adicciones, lagunas mentales, heridas con armas blanca, balazos, depresión, ansiedad, pérdida de la confianza familiar... de todo padeció el hombre que tengo delante al que no le cabe el orgullo por dentro.

Sí, enfrenté todo eso, dice, pero mejor platiquemos en presente: atento contra mi vida más de una vez, me causo heridas, sin embargo no me rindo, resalta, y no puede ocultar las lágrimas al mostrarme sus dos títulos, uno de maestría y el otro... recién graduado de doctor.

William Gallego nace en Bogotá, Colombia, hace cuarenta y tantos años; me crio en un hogar muy pobre, con un padre alcohólico y una madre que lava ropa ajena para ayudar al sostén de la casa.

Cuando vengo a los Estados Unidos, recién cumplido los 16 años, ya padezco la enfermedad del alcoholismo, pero debo decir que también desde hace mucho me atrae la psicología, reconoce el entrevistado.

Mi familia sufre, pierde toda su confianza en mi; más de una vez en medio de mis borracheras aparezco en otras ciudades, sucio, descalzo, sin saber cómo voy a dar allí; contacto a mi madre por teléfono, le platico mi situación, estoy bajo los efectos del alcohol, ella llora, le duele mi situación tan desastrosa, rememora Gallego.

Este título, acota, y muestra el de Maestría, se lo dedico a mi padre (ya fallecido), él tuvo la oportunidad de verlo, y se le salieron las lágrimas, recuerdo que nos abrazamos muy fuerte. El entrevistado hace un alto, las vivencias lo estremecen.

En los últimos tiempos tengo una relación muy bonita con mi papá, lo perdono, uno no puede vivir en el pasado, acosado por los malos recuerdos, destaca.

Afloja el nudo de su corbata, como si ésta apretara lo que siente en la garganta, y retoma la conversación. Sí, el título de maestría lo dedico a mi papá, y el de doctor, que es lo máximo, a mamá.

¿Cómo llegas, después de pasar tantas cosas, a la decisión de estudiar?

Bien lo dices, responde, paso muchas cosas, discuto, tengo peleas, gracias a Dios no enfrento problemas legales, hasta que entiendo, me percato de que lo mío no es vida, no puedo trabajar, agarrar el cheque e irme a tomar, a emborracharme de nuevo, a pelear... me canso de las consecuencias.

Sabe, sostiene, a mi me cuesta el doble esto de los estudios, por el idioma, sin embargo en medio de todo aquello feo, triste, no me falta la inteligencia emocional, nunca me doy por vencido, soy un optimista por naturaleza, una gente positiva... de ser un pésimo estudiante, la oveja negra de mi familia, pues me propuse ser el primer doctor y ya ve, acota y mira su título por unos segundos.

Paso mucho trabajo, me dedico por completo a estudiar, a ayudar a los demás, ahí están mis calificaciones, comenta. Las personas se acercan a mi consulta, me hablan de violencia domestica, de intentos de suicidio, adicciones, depresiones, las miro a los ojos y les digo: las comprendo perfectamente. Sé lo que viven porque yo fui uno de ellos, afirma.

Aparte de mis títulos, abunda, también me llena de orgullo tratar a los demás como quisiera me trataran a mi, no se me han subido los títulos a la cabeza, sigo siendo muy sencillo, muy humano, agrega.

Quiero llevar a la comunidad hispana el mensaje de que nada es imposible, subraya, mi propia vida, lo que enfrenté, lo que tengo hoy, es una muestra.

Si miramos las estadísticas, externa, nos percatamos que hay alrededor de 54 millones de hispanos en los Estados Unidos, de ellos sólo 22 somos doctores especializados en combatir adicciones, depresiones, ansiedad, problemas de violencia domésticos... en la llamada ciudad del pecado, estamos Julio Landero y este servidor. Tengo motivos para estar orgulloso, me alegra servir, aprovechar mis experiencias y conocimientos a favor de la comunidad.

 

Le agradezco mucho el apoyo brindado a personas como Aaron Cigala, por su ayuda incondicional; a mi mamá María Gallego que me inculca siempre la fuerza, el empuje; a Julio Landero por ser mi inspiración, y a Miguel Flores, ellos me brindan lo necesario, confían en mi... soy un doctor que venció al infierno, asegura mientras se pone de pie para recibir un abrazo de felicitación.

 

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