Dr. Fermín Leguén... Cuando la modestia viste bata blanca

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Por Roberto PELÁEZ

Por aquellos meses el Covid 19 se hacía sentir con fuerza. Coincidí con el Dr. Fermín Leguén en un evento. Nos presentó el amigo Jorge Viote.

Me miró con ojos incrédulos. ¿Eres de Guantánamo? No hizo falta respuesta. Nos fundimos en un abrazo. Cuando nos separamos teníamos los ojos llorosos. Le achaqué la culpa al viento.

Después lo vi muchas veces. Insistía en la importancia de lavarse las manos, mantener el distanciamiento, usar la mascarilla, desinfectar lugares comunes y fortalecer el sistema inmunológico.

Leguén, oficial del Distrito de Salud del Sur de Nevada, salió de su natal Guantánamo, antes de asentarse en Las Vegas estuvo en varios países, por su marcado desvelo, profesionalismo, recibió -en diferentes idiomas- palabras de agradecimiento, pero él no perdió el piso, nunca miró a alguien por encima del hombro.

¿Quién lo iba a decir? Del Oriente de Cuba a tener sobre sus hombros la salud de los residentes del valle y los cerca de 40 millones de turistas que cada año vienen a Las Vegas. Hacerlo todo con una humildad ejemplar.

Cuando lo llamé para invitarlo a la presentación de mi libro Gentes III, del otro lado del teléfono escuché una voz baja: “tengo mucho trabajo, pero hago un tiempo y estoy contigo”. El hombre se apareció con su esposa. Quise buscarle al amigo, al guantanamero un lugar de privilegio, y se limitó a decir: “Gracias... desde aquí vemos bien”.

Lo mejor vino después, el gran rival del Covid 19 en Las Vegas escuchó paciente a los escritores, levantó la mano y avanzó hasta el podio.

Platicó de aquel primer encuentro, de la importancia del periódico, de leer, dijo que estaba al tanto del quehacer literario en el valle, y sacó a relucir su sano orgullo porque habíamos nacido a unas pocas cuadras de distancia. 

Del cargo que ostenta, de la lucha contra el Covid 19, sus años de experiencia no dijo ni media palabra. Nos volvimos a abrazar.

El pasado miércoles 4 de diciembre, cuando vi que reconocían su labor en el Ayuntamiento de Las Vegas, se humedecieron mis ojos. No pude culpar al viento.

 

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