Por Roberto PELÁEZ
De baja estatura, con un corazón inmenso, Dalia Suárez atrajo la atención de los asistentes al evento para resaltar la hispanidad, materializado el sábado 26 de octubre.
A ella se debe la llamada ‘bandera del inmigrante’, esa en que predominan los colores, el sol y la familia. No podía ser de otra forma.
“Esta bandera, lo que la inspiró, vive conmigo, me acompaña a todos lados”, comenta y suelta esa sonrisa suya que lo estremece todo.
Supera con entereza problemas de salud y no se detiene, está al 110 por ciento junto a todos lo que tenga que ver con la cultura, es una apasionada del teatro -ha tomado parte en varias puestas en escena-, y no lo piensa un instante para apuntar:
“Me debo a mi país, a esta ciudad donde vivo y a la comunidad, a esa gente que me recibe con cariño donde quiera que voy, a esas amistades allegadas que me incitan a seguir adelante, a crecer frente a las adversidades”, resalta.
Sostiene la hermosa bandera, “como ve, destaca, llama a la unidad, eso debe ser la familia, y nosotros (TENEMOS) que formar una familia grande, es la única manera de avanzar, respaldar a quienes nos escuchan, conocen nuestros problemas, los intereses, entonces la bandera debe estar cada vez más alta”, argumenta.
Muestra el stand que identifica a Venezuela, me presenta -otra vez- a su amiga Zory Caldera, para luego acceder a tomarse fotos con quienes se le acercan a felicitarla, a decirle palabras elogiosas por la bandera, su significado.
Coincide en que el evento-cierre por el Mes de la Herencia Hispana debe ser una fiesta “hemos conseguido mucho en este país, pero aún falta mucho por conquistad, y eso pasa por la unidad, por desterrar la envidia y la apatía”, afirma.
Se escucha la música de Bernie Nash, la gente colma los espacios. Nadie le gana en alegría a Dalia.