Por Roberto PELÁEZ
Quedaron atrás casi 22 años, sin embargo Pily Coblentz lo recuerda todo como si fuera una película que vio ayer.
“Estaba en Guatemala (2000) por cuestiones de trabajo, precisa, esperaba a un matrimonio amigo, tocan a la puerta, y cuando abro, bajo un aguacero, estaba Julio, con una rosa... era la primera vez que lo veía, fuimos los cuatro a una cena en el hotel Intercontinental.
“Qué sorpresa, prosigue, en el hotel me encuentro a jóvenes que había sido alumnos míos, participan en una quinceañera y nos invitan a su fiesta; luego Julio tiene que salir de Ciudad Guatemala por dos semanas y me llama por teléfono todos los días, a su regreso me visita, entonces me obsequia una rosa plantada en una maceta.
“Ambos veníamos, apunta, de matrimonios anteriores, él con sus hijos (Christa y Julio Andrés), yo con mis retoños (Jorge Luis y Diego Josué). Tardamos unos ochos meses para darnos el primer beso, beso que lo deja todo sellado hasta hoy, en una relación de más de 20 años, sobre la base del respeto”, advierte la entrevistada.
”Hacen falta muchas cosas -en mi opinión y por experiencia propia- para que el amor perdure, claro que es difícil la vida en pareja, nadie dijo nunca que era fácil, sin embargo no hay prueba que el amor no supere.
“Es importante el respeto, abunda, le concedo mucha importancia a la afinidad, al hecho de darse tiempo y conversar de diferentes temas (para eso es relevante leer, pues brinda la posibilidad de platicar de varios asuntos, intercambiar ideas y criterios), sin caer en el aburrimiento.
“Considero que la pareja debe cuidarse, prodigarse cariño el uno al otro, considerarse, ayudarse, alentarse en los momentos más complejos, expresa Pily, -una maestra con muchos años de experiencia, y para quien encontrarse con sus alumnos en diferentes países le depara una emoción inmensa-, todo eso junto al respeto, insiste, el poder ver una película juntos, leer y comentar sobre un libro, un escritor, un artista, esta o aquella personalidad, platicar acerca de un artículo en la prensa, una noticia, el presente y futuro que nuestros hijos se han sabido labrar... son muchos temas, entonces conversar es importante”.
Con una educación y principios sólidos, inculcados en gran medida por su madre Conchita Coblentz (EPD), la entrevistada vuelve a su historia.
“Nos casamos a principios del 2000, en la Catedral de Ciudad de Guatemala, puedo decir con sano orgullo que tuve una boda literalmente de princesa, todo muy lindo, se cuidaron todos los detalles, y a veces me ‘sorprendo’ viendo fotos de aquel acontecimiento en nuestras vidas, me maravilla la velocidad con que ha pasado el tiempo, casi sin darnos cuenta.
“Hemos tenido la posibilidad de viajar, subraya, eso permite conocer otras culturas, paisajes hermosos, platicar y hacer amigos, eso brinda la ocasión de platicar, observar, son momentos que quedan grabados en nuestra memoria, después uno vuelve, afloran los recuerdos, los reencuentros... trabajamos mucho sí, y casi recorrimos toda Centroamérica, México, Italia, Francia, Alemania, Holanda, Argentina, Islandia, ciudades de este país que también tiene lugares maravillosos.
“Cuando volvimos a Guatemala nos percatamos, recuerda, que la rosa que sembró Julio había crecido muchísimo, y eso nos alegró sobremanera, se ha empinado casi como nuestra relación misma
“Claro que no todo ha sido una especie de película idílica, advierte, una vida color rosa, hemos pasado momentos más difíciles, complejos, recientemente Julio se vio afectado por el Covid 19, seguimos las indicaciones, sin dejar de prodigarle cuidados, para eso es la pareja, apoyarse uno en el otro, siempre en nombre del amor”, sentencia.