Por Roberto PELÁEZ
Tras el saludo, las palabras de este espigado peleador sorprenden: “no me gusta el boxeo... llegué a él para satisfacer a mi padre”, advierte sin miramientos.
Oriundo de Cali, Colombia, el hombre que tengo delante afirma que “boxeo desde los ochos años, papá era policía y le apasionaba el box, eso me llevó a practicarlo, aunque todavía hoy prefiero otros deportes”.
Jonathan Momo Romero fue peleador de rango amateur, se las ingenió por su calidad y talento, su dedicación, para ser durante varios años el representante de Colombia en los 54 kilos .
“Intervine, explica, en Juegos Centroamericanos, Panamericanos, los llamados Bolivarianos, y participé en la cita olímpica de Beijing, en el 2008, era un peleador de los 54 kilos.
“Entrené un tiempo en Cuba, abunda, conozco la Escuela Cubana de Boxeo, enfrenté a figuras como Guillermo Rigondeau y Lázaro Álvarez, muy buenos los dos, han conseguido mostrar su clase en el boxeo amateur y profesional”, resalta.
Durante su periplo amateur Momo Romero rubricó una hoja de servicios de 119 victorias y 17 derrotas. En el 2009, precisamente después de los Juegos Olímpicos, el colombiano pasó al boxeo profesional. Presenta un récord de 35 éxitos y tres fracasos. Subió al ring en las 126 y 130 libras. En el 2013 se convirtió en campeón mundial. Título que perdió ante el español Kiko Martínez. Se considera un boxeador técnico. Ya decidió ‘colgar’ los guantes.
“Papá pudo ver por tv la pelea en que gané la faja de la IBF, estaba hospitalizado, falleció poco después... puedo decir que todo lo que obtuve y pude hacer en el boxeo en gran medida se lo debo a él, a su inspiración y aliento, yo hice realidad su sueño”, expresa el nativo de Cali y no puede evitar emocionarse.
“A los 15 años supe que él no era mi padre biológico, fue como un shock, sin embargo hasta hoy digo que él fue mi papá, lo digo de corazón”, afirma.
La vida de este hombre de 36 años es como un guión hollywodense. “Éramos ocho, apunta, cuatro varones y cuatro hembras, mis tres hermanos fueron asesinados por pandillas... a mí me cambió la vida el boxeo, el deporte”, precisa.
Respira profundo y prosigue, “le agradezco mucho al deporte, a mi papá, a los entrenadores, en especial a Ismael Salas, con él entrené un año aquí en Las Vegas, buena persona, excelente preparador, amigo...
“Sólo puedo decir cosas buenas del profesor Ismael, su manera de entrenar, de motivar a sus alumnos, de tratarnos, su experiencia, los conocimientos, los vuelca todo en sus peleadores, es excelente la forma de tratar a la gente, lo veo como a un padre”, señala. Y nos despedimos.