Cónsul salvadoreño Tirso Sermeño... cuando un amigo se va

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Por Roberto PELÁEZ

Han sido muchos los momentos compartidos... van a quedar grabados en la memoria de la comunidad.

El cónsul salvadoreño Tirso Sermeño, diplomático de carrera -no diplomático a la carrera- necesitó poco tiempo para ganarse el cariño, el respeto de muchas personas del valle, apoyado sobre todo en su profesionalismo y el carisma que lo distingue.

Aunque esperada, la noticia de que pronto asumirá otras responsabilidades hizo fruncir el ceño a amigos y conocidos.

Unir a los centroamericanos con la intención de celebrar la independencia de esas naciones (El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Honduras y Guatemala), fue para un número considerable de personas en el valle su ‘jugada maestra’, su acción más relevante. Tal vez.

Estar siempre asequible, con el mejor de los tratos para connacionales y personas de otras nacionalidades, representantes de los medios de prensa, resultó su estilo de trabajo, una especie de sello distintivo.

Poner el salón anexo al Consulado a disposición de numerosos eventos comunitarios (del comité centroamericano, de salud, para los niños, expo de pinturas, informaciones acerca del TPS y muchos otros) también fue un punto -un gol- a su favor, y por supuesto, en favor de la gente.

Con la apertura o extensión de una ventanilla de salud junto al Consulado el diplomático hizo literalmente el saque de esquina y marcó la anotación que más necesitaban los miles de residentes en las proximidades de Nellis y Bonanza.

Como profesional puedo afirmar que coincidir en disímiles actividades fue una excelente experiencia, platicar con él resultaba una lección de amor a las raíces, al sentido de pertenencia, y eso es algo que no se ve todos los días. De alguna manera su desempeño hace crecer a quienes le rodean. 

No he platicado con alguien que diga lo contrario... como cónsul Sermeño estuvo siempre dispuesto a compartir tiempo, experiencias, conocimientos, y su alegría, su marcado optimismo. Todo eso lo acompañará donde vaya.

El trato afable, la llamada oportuna, la invitación a este o aquel evento, la reflexión certera, la opinión atinada, fueron en nuestra relación de trabajo la nota prominente.

Se va de Las Vegas un excelente profesional, estoy seguro que los salvadoreños lo van a extrañar -ojalá quien lo sustituya haga las cosas aun mejor-, pero no tengo dudas de que el cónsul deja la varilla bien alta.

Los centroamericanos también echarán de menos al hombre capaz de unir, de guiar, de dar ideas, de prestigiar los eventos, de criticar a puertas cerradas y reconocer en público.

 

Otros lugares reclaman el concurso de sus conocimientos. Donde sea le irá bien. Deja en quienes le conocieron un magnífico recuerdo, y la posibilidad siempre latente del reencuentro.

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