Un par de jóvenes soñadores cónyuges de estadounidenses pudo regresar con visas humanitarias a Estados Unidos, tras haber salido del país a tramitar la residencia permanente, que les fue negada por las autoridades consulares y los obligó a quedarse en México por más de un año.
Ángel Damián y Eduardo Arriaga, ambos de 30 años de edad, se abrazaron entre llantos con sus esposas y familiares en San Ysidro, puerto de entrada de California, luego de que les permitieron regresar al país con permisos humanitarios.
Los dos beneficiarios del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) salieron del país en casos separados para tramitar la residencia permanente por estar casados con estadounidenses.
Una pesadilla inesperada
Ambos fueron al consulado de EE.UU. en Ciudad Juárez (México) por recomendación de sus respectivos abogados, Damián hace dos años y medio, y Arriaga hace año y medio. Pero se encontraron con que las autoridades consulares les negaron su petición bajo el argumento de que habían entrado al país como indocumentados cuando eran niños.
“Pensé que por esa experiencia, por tener mi negocio, pagar mis impuestos, y por haberme casado con mi esposa de nacionalidad estadounidense, y porque así me lo dijo un abogado, no tendría problema para salir de país a solicitar la residencia permanente”, advirtió Damián, “nunca esperé que en lugar de esa alegría surgieran tantos problemas”.
La noticia devastó a los inmigrantes que consideran a EE.UU. su país y los obligó a separarse de sus familias. Damián tuvo que radicarse en Michoacán. Cuando su madre viajaba desde Florida a verlo, en ocasiones terminaba hospitalizada de emergencia porque la ausencia de su hijo le impactó el corazón.
Damián, su esposa, Perla Damián, y su madre padecen de ansiedad y depresión por la separación, dijeron a EFE.
Una historia similar vivió Arriaga que pasó año y medio en el Estado de México, pero tanto él como su esposa, Sara Mireya Martínez, y sus hijos de siete y cuatro años sufren de depresión y ansiedad.
Ambos inmigrantes habían vivido en EE.UU. desde los nueve años de edad. Damián es propietario de un negocio de jardinería y mantenimiento, y Arriaga es conductor, ambos certificados.
De regreso a casa
Cuando cruzaron de regreso a Estados Unidos por la garita más transitada en el mundo, al encontrarse con sus esposas y familiares, los dos ‘soñadores’, como se le conoce a los amparados por DACA, rompieron en llanto un buen rato.
Tras secar sus lágrimas, Damián envió un mensaje “a todos los soñadores, decirles que sigan peleando sigan luchando, sigan teniendo fe, que a final de cuentas es lo más importante, así que échenle ganas y a seguir soñando”.
Arriaga recomendó, por su parte, a los soñadores que enfrentan situaciones similares “tener paciencia y rodearse de buenas personas, eso es lo más importante, el apoyo de las personas siempre va a ser muy importante”.
La abogada de migración, Jessica Domínguez, quien representó ambos casos y les acompañó desde Tijuana, México, para cruzar a California, explicó a EFE que para solicitar los permisos humanitarios reunió todas las evidencias de la manera en que ambas separaciones impactaron a cónyuges, hijos y una madre estadounidense.
“El éxito es de ellos y de sus familias por haber logrado obtener los permisos humanitarios después de todo lo que han pasado”, dijo la abogada.
Los dos dijeron cada uno en sus respectivas palabras que en realidad consideran a Estados Unidos su país, pues fue donde crecieron y establecieron sus relaciones desde la infancia.
“Ha sido una experiencia muy difícil y espero que sirva a otros soñadores que planeen salir del país a solicitar residencia por casarse con ciudadanos estadunidenses”, señaló Arriaga, “que esto que nos pasó a nosotros sirva para prevenir a otros soñadores”. San Ysidro (EFE)