Reforma migratoria: sumas, restas y bagaje

En el Senado comienza la cacería de votos para llegar a la cifra mágica de 60 que garantice el avance y la eventual aprobación de un plan de reforma migratoria amplia y hay excelentes probabilidades de conseguirlos cuando arranque el debate en el pleno el mes entrante.

Hay 55 votos demócratas (53 demócratas y dos independientes que suelen votar con los demócratas).  Para no pecar de ingenuos, hay que restar unos cinco demócratas conservadores que quizá le hagan el feo a la reforma quedándose en 50.  Pero sumando los cuatro republicanos del Grupo de Ocho habrían 54, y al agregar entre cinco y 10  republicanos que podrían brincar la cerca, se arriba -o se supera- al gran 60 que abre y cierra debates, y aprueba proyectos.

El último voto de inmigración del Senado fue el 18 de diciembre de 2010 cuando apenas cinco votos evitaron el avance del proyecto de ley DREAM Act que legaliza a jóvenes indocumentados.  Se obtuvieron 55 votos: cinco demócratas y 41 republicanos votaron en contra, y cuatro senadores no votaron.

Dos senadores del Grupo de Ocho, Bob Menéndez y Marco Rubio, demócrata y republicano de Nueva Jersey y Florida, respectivamente, dijeron a Univisión que los 60 votos todavía no están ahí, pero que existen buenas probabilidades de conseguirlos por el apoyo que tiene la reforma migratoria.

Si fuesen más de 60 votos, mejor aún porque mientras más bipartidista sea el voto final, mayor presión sobre el liderazgo republicano de la Cámara Baja donde el panorama es más complicado.

La Cámara Baja es un laberinto donde no queda claro cuál será la salida legislativa.

Ahí también hay un bipartidista Grupo de Ocho negociando un proyecto de reforma migratoria amplia con lineamientos similares al Senado, pero más severo, según reportes.

El liderazgo republicano quiere considerar su propia medida y no lo que imponga el Senado; de otra parte, líderes de los diversos comités con jurisdicción sobre el asunto, quieren proyectos individuales y no un plan amplio.

Y entre los demócratas hay ciertos roces por diferencias de estrategia, en algunas instancias por razones válidas.  Algunos preferirían que la Cámara Baja considere el proyecto que envíe el Senado por temor a que la versión cameral sea más restrictiva.  Otros entienden que la mayoría republicana estaría más aplacada con un proyecto bipartidista propio.  También parecen haber diferencias por el lenguaje de la medida bipartidista negociada.

Y aunque tantas diferencias pronostican turbulencia,  recordemos que las medidas que aprueben el Senado y la Cámara Baja tienen que ser conciliadas por un comité de legisladores de ambas cámaras encargados de limar asperezas y diferencias para arribar a un lenguaje legislativo que avalen las dos cámaras antes de llegar al escritorio presidencial para la firma que convierte un proyecto en ley.

Pero hay cierto bagaje e historial que los demócratas de la Cámara Baja no deben ignorar mientras ponderan sus próximos pasos.

Cuando Barack Obama ganó la presidencia en 2008 prometiendo una reforma migratoria, los demócratas controlaban ambas cámaras del Congreso y ni eso logró que la reforma avanzara porque una serie de asuntos tuvieron prioridad, entre esos, reformas fiscales para lidiar con la crisis económica que heredó Obama, y un debate de reforma sanitaria que robó oxígeno y capital político a los primeros dos años fructíferos de cualquier administración porque los dos restantes los dedican a tratar de reelegirse o garantizar la continuidad de su partido en la Casa Blanca.

También hubo otro factor: un jefe de despacho de Obama que decidió que esa primera administración no debía considerar esa reforma migratoria porque podría arriesgar la mayoría que los demócratas alcanzaron en la Cámara Baja desde 2006, gracias, según muchos, a los esfuerzos de ese jefe de despacho,  estratega,  ex congresista, y actual alcalde de Chicago, Rahm Emanuel.

La mayoría cameral demócrata se obtuvo en 2006 con el triunfo de demócratas moderados en distritos de inclinación republicana no necesariamente apegados a una reforma migratoria.  Emanuel provocó desconfianza entre líderes hispanos y activistas pro reforma por su estrategia de que esperar a un segundo mandato de Obama era lo mejor.

Pero al final, los demócratas perdieron su  mayoría en la Cámara Baja en las elecciones de medio tiempo en 2010 sin siquiera haber tocado el tema migratorio. Y en esos mismos comicios, el Senado se mantuvo en manos demócratas en parte gracias a que el líder de la mayoría demócrata, Harry Reid, encaró sin miedo a una rival republicana antiinmigrante movilizando el voto latino en Nevada.

Ahora, desde la alcaldía de una ciudad, Chicago, en la que residen miles de inmigrantes que se beneficiarían de la reforma, Emanuel la defiende y asegura que “este es el año” de conseguirla.

Los votantes hispanos que apoyan la reforma migratoria esperan que ambos partidos colaboren en una solución migratoria. Y esperan más de los demócratas que son quienes han prometido esa reforma y quienes han señalado la falta de apoyo republicano como la razón central para que no se haya concretado.

Si hay republicanos apoyando este nuevo esfuerzo y si incluso Rahm Emanuel tuvo una revelación, ojalá que mientras se suman y se restan votos para la reforma los estimados demócratas de la Cámara Baja superen sus dimes y diretes porque bastantes problemas supone ya la oposición republicana.  Y ojalá recuerden que estamos en la segunda administración Obama que Emanuel dijo sería la más propicia para la reforma. Quién quita y la reforma que los demócratas evitaron entre 2008 y 2010 irónicamente les permita recuperar la mayoría en la Cámara Baja en el 2014.

(*) Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.

 

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