El debate de la reforma migratoria se traslada al pariente incómodo del Senado, la Cámara de Representantes, donde el próximo 10 de julio el fracturado caucus republicano se reúne para discutir sus diferencias con la esperanza de eventualmente sortear una estrategia legislativa viable.
Antes de plantear algunos escenarios, pasemos revista a lo que se sabe hasta ahora.
Se sabe que el presidente de la Cámara Baja, John Boehner, ha sido claro en dos cosas: que la Cámara Baja producirá su propio proyecto y no considerará el que aprobó el Senado; y que (hasta ahora), para llegar al pleno, el plan migratorio tiene que tener el apoyo de una mayoría de la mayoría republicana. Es decir, que no hay planes de romper la llamada Regla Hastert (a nombre del ex presidente cameral republicano Dennis Hastert) de sólo llevar al pleno medidas que cuenten con el apoyo de una mayoría de los congresistas republicanos. La oficina de Boehner incluso aclaró días atrás que tampoco planifica romper la Regla Hastert para llevar al pleno el proyecto conciliado que resulte de una potencial negociación bicameral, si la Cámara Baja aprobara un proyecto o varios proyectos.
También se sabe que el caucus republicano está dividido entre una mayoría negada a considerar un plan de reforma que incluya, como la versión aprobada por el Senado, una vía a la ciudadanía para millones de indocumentados, y una minoría republicana que, haciendo los debidos cálculos políticos, entiende que para dar la pelea electoral a los demócratas en elecciones generales los republicanos tienen que impulsar una solución migratoria bipartidista.
Se sabe que hay un grupo bipartidista de siete congresistas, algunos con años negociando un plan migratorio con una vía a la ciudadanía que sea digerible para los republicanos de la Cámara Baja. Pese a varios intentos, ese plan -al momento en que escribo- sigue sin presentarse.
Se sabe que lo único que ha avanzado en la Cámara Baja son medidas migratorias punitivas. El Comité Judicial, por ejemplo, aprobó el proyecto SAFE Act que criminaliza a los indocumentados. Y la Cámara Baja, con el apoyo de 221 republicanos, votó a favor de cancelar el financiamiento del programa de Acción Diferida (DACA) que protege a los DREAMers de la deportación y les concede permisos de trabajo.
Lo que no se sabe es cuál será la estrategia republicana.
Si, por ejemplo, se presenta un plan bipartidista que incluya una vía a la ciudadanía aunque más dificultosa que la del Senado y que contenga severo lenguaje de seguridad fronteriza y al interior del país pese al duro lenguaje del Senado en ese rubro. Luego se planchan las diferencias en la negociación bicameral y bipartidista que ocurriría si la Cámara Baja actúa. Esa negociación bicameral para dirimir las diferencias de sus respectivas versiones es la que produce el proyecto final que luego debe ser ratificado por ambas cámaras antes de llegar a manos del presidente para convertirlo en ley con su firma.
Otro escenario: sólo se aprueba uno o varios proyectos de seguridad y medidas policíacas en la frontera y al interior del país sin vía a la ciudadanía y luego la medida o medidas se concilian con el proyecto que aprobó el Senado el 28 de junio, que sí incluye esa vía a la ciudadanía.
Tratar de negociar la vía a la ciudadanía en la potencial negociación bicameral es una posible avenida, según explicó a America’s Voice la congresista republicana de Florida, Ileana Ros-Lehtinen.
“Vamos a tener en la Cámara muchos proyectos para tener más seguridad en la frontera y ojalá que después en la conferencia (bicameral) podamos pasar el proyecto para legalizar el estatus de las personas y tener esa vía a la ciudadanía”, afirmó Ros-Lehtinen.
“Yo voy a trabajar arduamente para que el proyecto final tenga la legalización de los no documentados y también un estatus para la ciudadanía. Eso es lo que yo quiero y voy a hacer todo lo posible para que ocurra”, agregó Ros-Lehtinen.
Otra posibilidad es que la Cámara Baja no actúe y la reforma muera; o que el proceso de negociación bicameral fracase.
Ambos partidos tienen algo que perder si la reforma no progresa, pero la mayor presión la tienen los republicanos.
Un nuevo sondeo de Latino Decisions y America’s Voice encontró que los potenciales aspirantes republicanos a la nominación presidencial tienen bastante trabajo por delante para atraer a los votantes latinos y la reforma migratoria parece ofrecerles esa vía de rehabilitación.
El sondeo encontró, por ejemplo, que un potencial aspirante, el senador republicano de Florida, Marco Rubio, se beneficia de su apoyo a la reforma con una vía a la ciudadanía. Al apoyar el plan, un 21% de los votantes latinos dicen que es “muy” probable que voten por Rubio si fuera el candidato presidencial republicano, y 33% dijo que sería “algo” probable. Al plantearles la alternativa de que Rubio se opusiera a la reforma, 14% dijo que era “muy” probable y 15% contestó que era “algo” probable que votaran por Rubio.
El senador republicano de Arizona, John McCain, dijo que no cree apropiado decirle al presidente cameral Boehner cómo proceder, pero agregó: “Me parece que los republicanos se dan cuenta de las implicaciones para el futuro del Partido Republicano en Estados Unidos si no pasamos la página en este asunto”.
En la otra cancha tienen que decidir su jugada.
(*) Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.