Organizaciones criminales lucran con drama de inmigrantes

Organizaciones criminales, convertidas en mercaderes de seres humanos que secuestran rehenes occidentales o lucran con el drama de millones de inmigrantes, son fuente inagotable que lleva recursos a grupos yihadistas como el autodenominado Estado Islámico (EI).

Esta es una de las principales líneas de trabajo que la economista y experta italiana en terrorismo, Loretta Napoleoni desarrolla en su nuevo libro “Traficantes de personas. El negocio de los secuestros y la crisis de refugiados” (Paidós 2016) apenas publicado en español.

En entrevista con Notimex, Napoleoni resaltó que desde la caída del Muro de Berlín y con la globalización el mundo se ha convertido en un lugar mucho más peligroso y no en la pacífica “aldea global” que algunos ingenuos -que proclamaba el “fin de la historia”- preconizaban.

“Estamos ante un retorno al Medioevo, cuando el monopolio de la violencia estaba en manos de los señores de la guerra. Regiones enteras del planeta han caído en el caos, en el vacío y la anarquía políticas. Las alternativas para sus habitantes son convertirse en criminales o yihadistas o escapar”, dijo.

Estudiosa de los aspectos oscuros de la globalización, Napoleoni subrayó que, en realidad, la caída del Muro de Berlín y la llamada “guerra contra el terror” son factores comunes a muchos de los acontecimientos de los que los medios de comunicación han venido informando durante la última década.

Señaló que tras 1989 la desestabilización del Sahel y del Cuerno de África provocó el fin de regímenes sostenidos hasta entonces por Estados Unidos o la Unión Soviética, y en ese anárquico vacío florecieron la delincuencia y el yihadismo.

Napoleoni consideró que la ley estadunidense conocida como “Patriot Act” (que refuerza el poder de los cuerpos de policía y espionaje estadunidenses) impulsó a cárteles colombianos a formar empresas conjuntas con el crimen organizado italiano para lavar en Europa y Asia sus ingresos por droga y hallar nuevas rutas para llevar cocaína.

La tristemente famosa Costa del Oro del África occidental (desde donde salían históricamente gran parte de los cargamentos de esclavos hacia América) y el Sahel se convirtieron así en zonas clave de transbordo de ese comercio ilegal.

En 2003, un grupo de antiguos miembros del Grupo Islámico Armado (GIA) argelino implicados en el tráfico transahariano decidieron diversificar su actividad y secuestraron a 32 europeos en Mali y el sur de Argelia.

 

Los gobiernos europeos pagaron entonces jugosos rescates para recuperar a sus ciudadanos. Esos recursos sirvieron para financiar un nuevo grupo armado: Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Roma (NOTIMEX)

 

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