Cuatro venezolanos buscan su “sueño americano” vendiendo arepas en Honduras

El objetivo de cuatro venezolanos de llegar a EE.UU. en busca de su “sueño americano” se ha visto truncado luego de que en su primer intento no pudieron pasar de México, lo que les obligó a regresar a Honduras, donde se han dedicado a vender arepas y otras comidas rápidas de su país.

Con la idea de lograr ese “sueño”, en un segundo intento, desde hace un mes los cuatro inmigrantes venden “arepas con carne hilachada y queso; pollo mechado y queso; reina pepiada, perro caliente venezolano, hamburguesas, salchipapas, parrillas y shawarmas”, relató Frandys Osorio, de 43 años, un “comerciante” que hace más de tres meses salió de su país.

El grupo lo completan Anthony Torrealba (28); su esposa, Saray Espinoza (33), y su hija Marianyerlys Espinoza (14), quienes en septiembre pasado llegaron a Danlí, 100 kilómetros al oriente de Tegucigalpa, donde conocieron a Frandys.

En Danlí, Frandys comenzó a ganarse la vida -con propinas- ayudando a empujar la carretilla a clientes de un supermercado, mientras que Saray y sus dos familiares vendían “chupetas” (dulces).

Según indicó Saray, con Frandys se conocieron en un refugio para inmigrantes en Danlí, ciudad de la que destacó que su gente les trató muy bien, pero como su objetivo era el “sueño americano”, continuaron con su viaje a Estados Unidos.

Saray recuerda que el viaje, después de cruzar Guatemala, en México fue de correr de un lado a otro por la persecución de las autoridades migratorias.

“Ante tanto asedio decidimos bajar, pero no a Venezuela, sino a Danlí, por la amabilidad de su gente”, añadió. 

En Danlí, Frandys le habló a Saray del “troco” que estaba sin uso a orillas de una céntrica calle de la ciudad, ella buscó al dueño para pedirle que se los alquilara.

Entre los danlidenses que le han brindado apoyo a Saray figura Elvia Madrid, quien trabaja con una fundación humanitaria y le prestó dinero para que emprendiera el negocio de comidas rápidas venezolanas, que han tenido muy buena aceptación.

“Ella siempre me ha ayudado, es como una madre, me aconseja. El día que me vaya de aquí me la llevo en el corazón”, expresó la inmigrante, mientras su esposo Anthony regresa de comprar verduras y otros alimentos frescos, y la menor Marianyerlys corta cebollas y chiles para las comidas del día. Danlí (EFE)

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