En el 2010 el DREAM Act se presentó como proyecto independiente cuando los demócratas controlaban ambas cámaras del Congreso. En diciembre de ese año el plan se aprobó en la Cámara Baja en votación 216-198. Sólo ocho republicanos votaron a favor del plan, incluyendo tres cubanoamericanos de Florida: Ileana Ros-Lehtinen, Mario Díaz-Balart y su hermano, el entonces congresista, Lincoln Díaz-Balart. Los republicanos votaron casi en bloque en contra del DREAM Act y a ellos se sumaron 38 demócratas para completar los 196 votos en oposición.
El DREAM Act finalmente murió en el Senado al no acumular los 60 votos requeridos para avanzar. El voto fue 55-41: 36 republicanos y cinco demócratas votaron en contra.
El 15 de junio de 2012, en medio de la elección presidencial, el presidente Barack Obama amparó a los DREAMers de la deportación mediante la Acción Diferida o DACA que les concede además permisos de trabajo. DACA se logró por la persistencia de los DREAMers que no aceptaron un NO como respuesta y probaron que sí podían ser amparados administrativamente.
Pero DACA es un alivio temporal. Por ende, tras la reelección de Obama, se redobló la presión para lograr una reforma migratoria amplia que amparara no sólo a los DREAMers sino a todos los indocumentados ofreciéndoles una vía a la ciudadanía.
A casi un año de anunciarse DACA, el 6 de junio, la Cámara Baja de mayoría republicana aprobó una enmienda al proyecto de gastos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) para quitarle los fondos al plan de Acción Diferida. La enmienda, de uno de los líderes antiinmigrantes camerales, Steve King (R-IA), tuvo el apoyo de 220 de los 234 republicanos de la Cámara Baja.
A fines de junio el Senado aprobó un plan de reforma migratoria con una vía de ciudadanía para millones que incluye una versión del DREAM Act más generosa que el difunto proyecto del 2010. El proyecto senatorial se aprobó en votación 68-32. Los 32 votos en contra fueron todos republicanos. Sólo 14 republicanos se sumaron a todo el caucus demócrata para aprobar la medida.
Y ahora, el liderazgo republicano de la Cámara Baja, negado a considerar el plan del Senado, descubrió súbitamente que los DREAMers no decidieron llegar voluntariamente a este país sin documentos, que son estadounidenses en todo el sentido de la palabra, excepto por los documentos que lo comprueben, y que merecen ser legalizados, surgiendo así el KIDS Act, una versión republicana del DREAM Act de la cual no se conocen los detalles. Este martes el subcomité de Inmigración de la Cámara Baja conduce una audiencia sobre los Soñadores.
Esta recién descubierta lucidez republicana no sería cuestionable si no se tratara de personas que bloquearon el DREAM Act a cada oportunidad y que ahora, presionados para evidenciar que están haciendo “algo” en materia migratoria, optan porque el “algo” sea ofrecer la legalización de un sector dejando al resto en las sombras.
La DREAMer María Fernanda Cabello, organizadora de United We Dream, no parece impresionada con la propuesta, aunque la beneficiaría: “Queremos que nuestros legisladores impulsen legislación que ayude a los Soñadores y a nuestras familias. No sólo a los Soñadores”.
Muchos se preguntarán qué tiene de malo la primera medida republicana, el KIDS Act, que ofrecería algún alivio migratorio a un sector de los indocumentados. Se preguntarán también por qué personas que han abogado por el DREAM Act cuestionen ahora a este plan.
Empero, los cuestionamientos al KIDS Act nada tienen que ver con que sea un plan republicano. Se cuestionan las intenciones y el momento en que se presenta.
Quienes han abogado por el DREAM Act desde su presentación hace más de una década lo impulsaron en el 2010 cuando quedó claro que el panorama político impediría el avance de una reforma migratoria amplia. La idea era amparar aunque fuera a esos jóvenes. El DREAM Act representaba en el 2010 la oportunidad de dar un primer paso hacia la anhelada reforma migratoria amplia.
Pero mucho ha cambiado en tres años. El panorama político favorece la reforma migratoria que goza de amplio apoyo entre los estadounidenses de toda ideología y entre sectores que en el pasado no lograron ponerse de acuerdo, por ejemplo, los sindicatos y los empresarios. Nunca antes los planetas se habían alineado de esta forma a favor de la reforma. Nunca, como en 2012, quedó tan claro el papel de la inmigración en definir el voto latino.
Además, con la aprobación de la reforma en el Senado ya se recorrió medio camino.
Pero en lugar de aprovechar esta histórica oportunidad, el liderazgo republicano de la Cámara Baja condiciona la reforma amplia al apoyo de una mayoría de su mayoría rechazando la posibilidad de aprobarla de forma bipartidista con el caucus demócrata y un sector republicano. En su lugar propone con el KIDS Act una solución a medias que evade el problema de fondo.
No se trata de oponerse al KIDS Act. Se trata de buscar una solución que resuelva todo y no parte del problema.
A menos que sea una estrategia para comenzar a mover el balón legislativo en su cancha sin ser la solución final pero con miras a llegar a una negociación con el Senado, al intento republicano con el KIDS Act se le ve la costura. Pero los DREAMers no son peones en un juego político de ajedrez, y la reforma migratoria no es un juego de niños.
(*) Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.