Teo Vargas sobre Vicente Díaz: “Cuando un amigo se va”

 

Por Roberto PELÁEZ

Con Teo Vargas bien vale aquello de ‘érase un hombre al teatro pegado’, y es que este colombiano de la cabeza a los pies, no concibe su vida sin esa manifestación artística que es el teatro, “un amor, dice, que data de muchos años, desde que era casi un adolescente.

“Por si fuera poco mi amigo, mi maestro, Vicente Díaz, siempre me recomienda; ‘no dejen morir el teatro en Las Vegas’; a veces me alejo, pero leo mucho, y a los pocos días ya estoy de nuevo en cosas del teatro”, destaca Vargas.

“Recuerdo que allá en Colombia, deseoso de hacer teatro, le preguntaba a todos, y me dicen: ‘por ahí anda Vicente, busca actores para una obra’, fue como mi tabla de salvación, nos presentaron y a los pocos minutos parecía que nos conocíamos de toda la vida... nuestra amistad data ya de casi cuatro décadas.

“Mire periodista, le voy a decir algo, llevo años ligado al teatro, subraya el entrevistado, y todo lo que sé, lo que aprendí a lo largo de los años, sin dudas se lo debo a Vicente, como otras personas de aquí, sólo que no lo dicen, y hay que ser agradecido, y reconocer, llamar las cosas por su nombre”.

Platica entonces de ‘La perfecta casada’, ‘Loco de moda’, “pero antes, dice, hicimos juntos ‘Pasión y muerte de Jesús de Nazaret’, allá en Colombia, y si mal no recuerdo una de las primeras cosas que hicimos en Las Vegas fue ‘Se vende una burra’ y ‘Un borracho singular’, fue sin dudas una buena época”, asevera.

“No le voy a decir que al llegar aquí las cosas fueron fáciles, nooooo, al contrario, resalta, pasamos trabajo, por eso valoramos lo que hicimos, y le agradecemos a Eddie Escobedo Sr.(QEPD) y a Irma Varela, ellos nos abrieron las puertas, nos alentaron... después ni nos lo creíamos.

“Usted sabe una de las cosas que más divertía -se pregunta Teo-, ver a Vicente preparar a los personajes, es un maestro, en extremo exigente, le sabe un mundo al teatro, eso le apasiona y él le pone todas sus fuerzas; está claro que el teatro es precioso, salir al escenario, estar a pocos metros de la gente, noche tras noche, a veces respetando hasta las comas y los puntos, otras improvisando”.

Teo pone a un lado el libro ‘La dama del perrito’, de Anton Chejov, y explica: “Muchas de las piezas teatrales en las que actúo de la mano de Vicente, las presento en Las Vegas como director, y eso me permite comprenderlo más todavía, ponerme en sus zapatos, le exijo a los actores porque así lo hace él conmigo, me enseña y yo quiero enseñar... todo lo otro depende de la persona, de su talento, de su interés, de su capacidad y posibilidades para transmitir, llegar al público, en una palabra, de convencer”, sostiene.

 

“Cuando Vicente regresa a Colombia, enfatiza Teo Vargas, siento un vacío, hasta el teatro hispano se resiente, porque se va un amigo, un hermano, otro enamorado incondicional del teatro, y eso, no se ve todos los días... lo extraño a cada minuto”, concluye.

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