Con más de 25 años en LV... Lemus, libros y poemas para detener el tiempo

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Por Roberto PELÁEZ

“Yo no cocino para los amigos que llegan sin avisar, pero te invito a unas masitas de cerdo fritas y una botella de vino”, precisa el poeta que tengo delante mientras garabatea su nombre en la segunda hoja de su último libro.

‘Escribiré el libro de mis memorias antes de que pueda recordar que las tengo completamente perdidas’.

“Menos mal que el otoño viene a pasos agigantados, dice, porque con este calor es muy difícil escribir, y nunca se ha visto a un poeta mano sobre mano... ves esa montaña de papeles, añade, son poemas e investigaciones que debo pasar en limpio, y no te digo que tengo mucho trabajo para que te vayas, eres siempre bienvenido, pero hay una cosa que se llama teléfono y me podías avisar de tu visita, por lo menos nos comíamos una pizza”, apunta.

‘Amor enemigo de quien ama, pareces regodearte en su martirio, le sonríes y le matas, le hieres mortalmente con dulces palabras, le curas las heridas con el toque leve de tus manos, y te alejas condenándole al suicidio’.

No hay que dar más rodeos, el ‘incansable’, el poeta que es Augusto Lemus Martínez (Nació en Guantánamo, finales de diciembre de no sé que año), autor de ‘Tropismos’, ‘Cartas de odio, amor y otras nimiedades’, ‘Verde iluminado’, ‘Yo Augusto’, ‘Patriota de Campanario’, ‘Postales Guantanameras’, entre muchas otras piezas imprescindibles, entre las que sobresale ‘Archivos guantanameros’, hace gala con frecuencia de desenfado e irreverencia al escribir ‘No, Serrat, mis amigos no lo son, el atorrante soy yo, que me paso por el forro la cordura, y les permito andar conmigo’.

Asentado en Las Vegas desde mediados de los ‘90, es de los que prefiere -tal vez al estilo lezamiano- que si la musa lo visita (también sin avisar), lo encuentre de lleno entre gerundios: escribiendo, leyendo o comiendo).

“Llevo años entre libros, hurgando, investigando, buscando aquí y allá, apuntando, esgrime, y nada me reporta más placer que aportar algo a la cultura, sobre todo de los guantanameros que residen en el oriente de Cuba y los que andan ‘regados’ por todas partes.

“A ellos me debo, argumenta, y este es un trabajo que se asume o se asume, que no se le puede dar la espalda ni hacerse a un lado, espero para las presentes y futuras generaciones que no pase inadvertido, ojalá que se pierda... a ‘Archivos guantanameros’ le siguen los tomos -algunos ya en preparación- de Arte, de Deportes, Prensa, Gobierno, te digo que esto es de ‘madre y muy señor mío’, lo que hay es mucho, más que todo trabajo”, sostiene.

Para Lemus el sexo y el amor, que a veces (solo a veces) confunden los caminos, se entrecruzan, cobran vida al escribir:  ‘Señora, traigo confundidos los besos y los labios, las sangres y las mieles, vea qué pálido estoy de amarle’. O esto otro: ‘Responde, necio corazón, quién te puso a la izquierda, si la vida está al centro, más abajo del ombligo’

 

Es que a este cubano, guantanamero por más señas, el tiempo le apremia, “hay mucho por hacer, afirma, y es imperdonable dejar las cosas para mañana, más aun si se trata de la cultura y de las futuras generaciones, de lo que corre el riesgo de perderse si no se deja en blanco y negro”.

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