Sensei Sergio Sánchez: “El largo y difícil camino del judoca”

 

Por Roberto PELÁEZ

 

“Yo era un chico tímido y solitario hasta que conocí el judo, enseguida me enamoré, me dediqué a él con todas mis fuerzas, estoy seguro que llené baldes de sudor, sangré, me rompí huesos... pero le estoy tan agradecido a este deporte que no creo pueda vivir sin él”.

 

Las palabras corresponden al sensei (maestro) Sergio Sánchez, cinta negra, quinto dan, fundador del ‘Ryoku Judo Club’, enclavado en Las Vegas, de donde han salido varios medallistas a nivel nacional.

 

“Ser un sensei (maestro) de judo es algo sumamente difícil, asegura, enseñas un deporte que mucha gente no aprecia, no valora, y por supuesto no conoce muchos de sus beneficios,  muchas personas desconocen, afirma, que el judo es una forma de vida.

 

“Lo más doloroso para un sensei, destaca, es venir a su ‘dojo’ y tener una clase con pocos alumnos, sabiendo que un número considerable de estudiantes están en casa frente a la televisión o el aparato de videojuegos, perdiendo el tiempo, derrochando talento”, expresa.

 

“A mi mismo, añade, el judo me hizo mejor persona, me enseñó a crecerme ante los obstáculos de la vida, me hizo más fuerte física y mentalmente, aprendí lo que es la dedicación y la perseverancia, la disciplina y a ser constante.

 

“También, debo decirlo, me permitió apropiarme de una excelente defensa personal, y eso reporta confianza... todo eso me lo facilitó el judo, de una manera nada fácil; me enamoré de tal manera que a mis dos hijos les enseñé mucho de lo que sé, y vivo orgulloso de que sean judocas”.

 

Está claro que el Coronavirus también le ha aplicado ‘una llave’ al sensei Sánchez y al ‘Ryoku Judo Club’, son muchos los requerimientos, el test, el distanciamiento en un deporte que en gran medida depende de los ‘agarres’, del quehacer sobre el tatami, pero el amor todo lo puede.

 

“Volviendo a lo difícil que es todo esto para un sensei, apunta, ejemplifico con un estudiante al que captas, le ves talento, le dedicas horas, le enseñas, lo acompañas a competencias, disfrutas las victorias, sufres las derrotas, pero un día ese alumno se va, entonces abres la puerta a otro alumno

 

“Muchos estudiantes abandonan sin saber lo que dejan detrás, ponen a un lado todo lo que han aprendido, pero un pequeño grupo sigue, persevera, sueña,  entiendo, comenta, no todos están preparados para entrenar por horas, aplicar las diferentes técnicas, caer, levantarse, volver, sudar, sangrar... el camino está lleno de obstáculos, y llegan al final los más fuertes, los que trabajan para hacer realidad sus sueños, no todos pueden ser judocas.

 

“Siento gran satisfacción, advierte, por el trabajo con tantos alumnos, las medallas conquistadas a nivel nacional, los maestros de prestigio mundial que han pasado por Ryoku Judo Club, sus enseñanzas”, concluye.

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