Raúl González “La clave para ser campeón olímpico es la misma que la de mis tiempos

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En el aniversario 40 de su título olímpico en la marcha de 50 kilómetros, que celebró este domingo 11, el mexicano Raúl González presume ir por la vida como quien tiene la clave para provocar milagros y la asume como un nip que pronuncia en letra de molde: trabajo.

“La clave para ser campeón olímpico es la misma que la de mis tiempos; mucho trabajo. Si alguien se sabe otro camino que me lo enseñé, pero yo no lo he encontrado después de 50 años”, aseguró González en entrevista con EFE.

Fue uno de los mejores deportistas de América Latina en el siglo XX, que el 3 de agosto de 1984 ganó medalla de plata en la caminata de 20 kilómetros en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles y el 11 conquistó el oro en 50 con un tiempo de 3h 47:26 y casi seis minutos de ventaja.

“Recuerdo los detalles. A mitad de la competencia quedábamos como ocho; yo iba a un ritmo de alrededor de 22:30 minutos cada cinco kilómetros. El tramo más difícil siempre era del 35 al 40, pero yo estaba en gran forma y fue ahí cuando aceleré”, recuerda.

A los 72 años su cabello perdió la negrura ganó unos kilos de peso, pero por lo demás es un hombre parecido al que ganó las Copas Mundiales de Valencia 1981 y Bergen 1983, además de dos Juegos Panamericanos. Su memoria no ha tomado nota del paso del tiempo y lo demuestra.

“En el 32 varios se rezagaron; yo aceleré con la intención de despegarme. El único que me sigue es el italiano Mauricio Damilano, pero sufrió un golpe de calor en el 41 y me quedé adelante. Hice los últimos cinco kilómetros en 21:06 minutos y al entrar al estadio todo explotó dentro de mi”, confiesa.

Con un brazo zurdo fuerte, Raúl intentó ser un buen lanzador de béisbol. Su familia no tenía dinero para apuntarlo en una academia infantil, entonces empezó a correr.

“Llegué a registrar 2:06 minutos en los 800 metros planos. A los 17 participé en varias pruebas en un torneo universitario, gané la de marcha y a los ocho meses era campeón nacional juvenil. De ahí para adelante seguí”, recuerda.

La imagen de Raúl González al entrar al estadio, con un ataque de llanto en los últimos metros, es de las más recordadas del deporte mexicano en el siglo pasado. Detrás de él ganó la presea de plata el sueco Bo Gustafsson, con 3h 53:19 y el italiano Sandro Belluci fue medallista de bronce con 3h 58:30.

“Estaba muy fuerte, pero en 1977 me había desmayado en el kilómetro 46 de una competencia y sabía que no debía relajarme. Antes de mi, los marchistas salían del túnel y caminaban 100 metros hasta el final. En Los Ángeles caminamos 500 y la gente me aplaudió de pie por más tiempo, lo cual aumentó la conmoción”, dice.

Raúl González acepta que tenía un talento para el atletismo, pero la causa de que haya ganado el título olímpico hace hoy 40 años estuvo más relacionada con sus obsesiones.

“Ganar o no ganar está en ti. La actitud, la determinación, todo depende de uno; debes ganarle a la apatía, a la inseguridad y a la falta de determinación. Ponerte metas trabajar es decisivo; ya cuando triunfas el entorno te hace vanidoso y ególatra, pero tú debes mantener los pies en la tierra”.

Los marchistas mexicanos marcaron una época en el último cuarto del siglo XX con tres medallas de oro en Juegos Olímpicos, de Daniel Bautista y Ernesto Canto, en 20 kilómetros, y de Raúl González, en 50. Carlos Mercenario fue subcampeón en Barcelona 1992 y Bernardo Segura, bronce en 1996. Después los mexicanos bajaron el nivel y en París 2024 no ganaron nada.

Como entrenador, Raúl González cree que ahora pocos pueden escaparse de las distracciones, insiste a sus atletas que la vida deportiva es corta y los triunfos llegan sólo con una entrega y una fe de sacerdote. No critica y evita comparar las épocas porque la actual es diferente, aunque, según cree, lo principal sigue igual.

“Tenemos teléfonos inteligentes, tecnología y adelantos; sin embargo las hazañas se consiguen con lo mismo de siempre, un compromiso absoluto y un trabajo duro”, insiste. México (EFE)

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