Por Roberto PELÁEZ
Sergio Sánchez es un enamorado de su familia y del judo; lleva muchos años ligado a esta marcial disciplina deportiva, exigente como pocas, a la que hay que entregarle todas las fuerzas y más.
No es extraño que sin pensarlo dos veces este experimentado judoca asegure: “Ser un ‘sensei’ (maestro) de judo no es tarea fácil, me explico, dice, enseñas un deporte que mucha gente no aprecia, no valora, y por supuesto no conoce sus muchos beneficios. Muchas personas desconocen, subraya, que el judo es una forma de vida.
“Lo más doloroso para un ‘sensei’, resalta, es venir a su dojo y tener una pequeña clase, con pocos practicantes, sabiendo que un número considerable de estudiantes están en casa frente a la televisión o el aparato de videojuegos, perdiendo el tiempo, derrochando talento... un ‘sensei’ no puede entender por qué no están haciendo judo.
“Perder a un practicante duele, pero es parte de ser un ‘sensei’ de judo; cuántas veces un nuevo estudiante entra al ‘dojo’ y empieza a entrenar. Usted le enseña, le ayuda, lo convierte en un gran judoca, no importa el sexo, es su entrenador en diferentes torneos, disfruta y celebra sus victorias, sufre en la derrota... soñando que un día él o ella se va a convertir en un cinturón negra y enseñará el arte que amas, contribuirá a cambiar la vida de mucha gente.
“Un día ese estudiante no va a entrenar y su futuro en el judo desaparece. Tu alumno se ha ido, abres la puerta a un otro practicante y el ciclo comienza una vez más...
“Pocas personas, continúa, entienden y viven la vida del judo, no valoran, no tienen en cuenta que un ‘sensei’ educa y trata de transmitir su amor por el arte, pero, insisto, no todo el mundo lo consigue. Muchos estudiantes abandonan, sin saber lo que dejan atrás, sin saber que cometen un error.
“Es justo reconocer, sostiene, que un pequeño número de practicantes, perseverantes, dedicados, con mucha fuerza de voluntad, un grupo especial, nunca se deja, insiste, entrena con todas sus fuerzas, no baja la guardia ante los obstáculos... y se convierten en judokas
“Debo decirlo, apunta el ‘sensei’ Sánchez, practicar judo es un privilegio porque no todo el mundo puede ser un judoka. No todos tienen lo que se necesita.
“Comprendo perfectamente, externa, ser judoca trae consigo mucho tiempo de entrenamiento, largas horas dedicadas a repetir una técnica, caer y levantarse, sudar y hacerse daño, hacer sacrificios. ¿Por qué hacerlo? La respuesta es sencilla: Por amor al judo.
“Nada se compara con pisar una alfombra, demostrar en un combate de judo que tus largas horas de entrenamiento, galones de sudor, horas de dolor y entrega, de caer y levantarte con más bríos, valen la pena.
“Un número considerable de padres no entiendan lo que significa ser un judoka y no apoyan por completo a sus hijos; unos pocos padres lo consiguen y hacen sacrificios también, conduciendo al ‘dojo’ después de largas horas de trabajo. Ellos usan su dinero y sus vacaciones para viajar a los torneos y están orgullosos de ser parte del equipo”, comenta emocionado el experimentado entrenador.